Skip to main content
Blog

La obra de mis manos

Por 19 octubre, 2023Sin comentarios

Esta mañana leí el capítulo 4 del libro de Ester. Desde hace años leo la Biblia desde Génesis a Apocalipsis, un capítulo todos los días. Y ahora he llegado al libro de Ester. Es un libro que me fascina, me encanta, y lo he predicado en varias ocasiones, hasta en mi último viaje a Cuba.

El capítulo 4, y la «conversación» entre Mardoqueo y Ester frente la posible desaparición del pueblo de Dios, contiene varias frases muy conocidas. Cuando Ester expresa sus dudas sobre si podría ayudar, Mardoqueo pronuncias estas palabras: «…si callas […], respiro y liberación vendrá de alguna otra parte» (v. 14). A continuación, Mardoqueo presiona más: «¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?». Cuando Ester accede ante la insistencia de su padre adoptivo, lo hace con las palabras: «y si perezco, que perezca».

Cada vez que leo este capítulo veo alguna cosa nueva, o la veo de nuevo. Esta mañana me impactó como esta conversación encapsula a la perfección los dos temas, aparentemente opuestos, de la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Dios es soberano, puede proteger a su pueblo; pero Ester no puede quedarse pasiva, la expectativa es que ella también obre.

Normalmente hablamos de esta yuxtaposición de ideas en relación con la salvación. Dios obró en la cruz para salvarnos, se acerca al pecador para atraerle a él, todo es de él, por gracia inmerecida de Dios y no por obras del hombre; pero a la vez el pecador tiene que ejercer el arrepentimiento y la fe, tiene que responder al llamado de Dios.

Pero hay otras maneras de aplicarlo también. ¿Qué pasa con la predicación del evangelio? Sabemos que Dios salvará a sus elegidos; pero a la vez nos ha mandado ser responsables de anunciar las buenas nuevas a todas las naciones.

¿O el testimonio personal? Pedimos que Dios nos dé oportunidades para compartir el evangelio, ¿pero cuántos amigos inconversos tenemos? ¿Cuántas veces nos cruzamos con conocidos o familiares y apenas les dirigimos una palabra, y mucho menos les hablamos del Señor? ¿O pasamos un viaje de dos horas en BlaBlaCar hablando solo del fútbol y el tiempo?

O cuando me frustro con mi vida cristiana, y pregunto por qué Dios no me santifica más. Pero ¿qué hago yo para crecer en mi fe? Falto a los cultos dominicales (¿por qué aguantamos que solo haya un culto el domingo?) con una facilidad, y luego me sorprende mi falta de santificación. No voy al culto de entre semana, y también me sorprende que no crezca más. No dedico en casa el tiempo a mis devociones personales. No leo muchos libros porque me canso. En vez de preguntarme cómo podría reaccionar para crecer en mis enfermedades y tribulaciones, me hago la víctima esperando que Dios me arregle todo lo antes posible para que siga con mi vida.

Señor, sé que eres soberano, y que haces todas las cosas según el designo de tu voluntad; pero ayúdame a no esconderme detrás de tu providencia, a trabajar por ti, a ser responsable con todo lo que me has puesto para hacer. Sé que podrías hacer todo sin mí, pero deseo serte útil, quiero ser obediente, quiero hacer todo lo que tú, el Dios soberano, me pidas.

Dejar un comentario


*