En este momento, nos encontramos en la Iglesia bautista William Carey de Habana. Es el día de la última conferencia, y ahora mismo quedan unos treinta minutos para que termine todo. Así terminará la primera parte de mi tiempo aquí. Y antes del fin de semana, Luis y Wayne volverán cada uno a sus respectivas casas. Yo me quedaré una semana más.
Hemos celebrado conferencias de un día en 7 lugares diferentes. Hemos visto reunirse más de 400 pastores para profundizar en la fe, el amor y la esperanza del pastor. Hemos podido repartir más de 1000 libros, contactar con muchos pastores que reclaman tener buenos libros disponibles en Cuba. Hemos hecho más de 2000 km en carreteras bastante complicadas, muchos kilómetros al amanecer y otros tantos después de anochecer.
Hemos aprendido mucho y disfrutado más. Hemos entendido que aunque hay muchos creyentes en Cuba, muchos más que en España, aun así Cuba es campo misionero, y por eso me parece muy apto que esta última conferencia se celebre en una iglesia que lleva el nombre del gran misionero Guillermo Carey, un hombre que tuvo que luchar contra la falsa esperanza del hipercalvinismo en la iglesia de Inglaterra, para dedicar su vida a la obra misionera en la India; un hombre que vio la gran utilidad de la imprenta para la proclamación del evangelio y el conocimiento de la Palabra de Dios; un hombre que creía en el poder de la Palabra de Dios y en el poder de la página impresa.
Me siento como uno que sigue, muy de lejos, las pisadas de Carey. Aquí en Cuba, en España, en el mundo hispanoparlante entero, creemos que la Palabra de Dios no volverá a él vacía, y creemos en la importancia de la palabra escrita. Quiera Dios seguir enviando a más y más Careys por todo el mundo entero para declarar las riquezas incomparables del evangelio del Señor Jesucristo.
Mateo