Siento mi silencio electrónico. No es por falta de cosas que contar, sino más bien por falta de tiempo y por no poder conectarme a Internet.
Han sido días muy llenos. Muchos kilómetros. Visitas a diferentes hermanos. Predicaciones y conferencias. Visitas a la imprenta. Transporte de libros.
Mucha variedad, pero una cosa ha sido constante en estos días, en este fin de semana: la lluvia. Lluvia en torrentes. Lluvia a cántaros. Lluvia en cantidades industriales. Lluvia que convierte las calles y caminos en ríos. Lluvia que envía a la gente corriendo a sus casas o a cualquier cobijo a mano para no mojarse más. No he visto agua así en mucho tiempo. Lluvia que hace parar a los coches porque los limpiaparabrisas no pueden con tanta agua.
Cuba, a diferencia de España, tiene bastantes creyentes. Muchas iglesias, muchos grupos que se reúnen en casas, muchos puntos de misión en el campo y en la montaña. En algunos lugares nos hablan de hasta 40%, 50% o incluso 60% de la población siendo creyente, evangélica. Sin entrar en evaluar la contabilidad usada para llegar a estas cifras, lo cierto es que en Cuba hay muchos creyentes. Muchos más que en España, donde quizás llegamos a 0,1%.
Aún así, igual que oramos por una verdadero avivamiento de Dios en España, lo debemos pedir para Cuba. Hay muchos que todavía no conocen a Cristo. Siendo un país con escasez, hay mucho amor por el dinero. La hechicería y la santería son muy comunes aquí. Cuba necesita que los torrentes del avivamiento corran por sus calles; avivando la iglesia en primer lugar, y convirtiendo al pueblo y salvando a pecadores.
Quiera Dios en su soberanía enviar la preciosa lluvia de su avivamiento tanto a España como a Cuba.
Mateo.