Sobre fosas y mazmorras
El sábado estuve en una ciudad nueva. No es que se haya edificado hace poco, sino que es una ciudad nueva para mí, en la que nunca había estado antes: la ciudad de Norwich en la costa este de Inglaterra. Estoy visitando mi patria durante unas semanas para dar informes en las iglesias que apoyan mi ministerio en España. El fin de semana pasado me encontré en casa de un amigo y el sábado por la mañana fuimos a Norwich, en búsqueda de tiendas de libros de segunda mano. También iba a buscar una casa. No para comprar sino para ver. Es la casa donde durante un tiempo vivió George Borrow. Muchos habrán oído de aquel colportor intrépido que durante cinco años viajó por España, de norte a sur, con el único deseo de poner en manos de la gente la preciosa Palabra de Dios. Miles de kilómetros a caballo, durante tiempo de guerra, arrestado por espía y encarcelado por su fe. Un hombre dispuesto a soportar cualquier peligro e incomodidad por amor a su prójimo, porque el creía que lo que necesitaba el hombre era la Palabra de Dios en su propio idioma.
La casa de George Borrow
¡Y encontré la casa! Escondida detrás de unas casas modernas. El jardín estaba tan descuidado que casi no se podía ver la placa que conmemoraba el paso de George Borrow por Norwich. Claro está, los habitantes de Norwich, o los que colocaron la placa, solo lo tienen por autor de La Biblia en España o algún otro título. Pero nosotros sabemos que en aquella casa vivió durante un tiempo, hace mucho, un evangelista que amaba a Dios, amaba su Palabra, y amaba España.
La fosa del Lolardo
Mi amigo y yo seguimos paseando. Bajamos al río y al otro lado vi un antiguo pub inglés. Me llamó la atención el nombre, Llard’s Pit (La fosa del Lolardo). Yo sabía que ‘lolardo’ en inglés significa perezoso, pero también sabía que era el nombre con que se llamaba a los predicadores enviados por John Wycliffe, conocido como la Estrella Matutina de la Reforma en Inglaterra. Y al acercarme al edificio pude ver otra placa que me confirmaba que, en efecto, era el “lugar de ejecución de herejes y otros ofensores del siglo XVI”. Aquí mismo en este lugar, fieles predicadores de la Palabra de Dios habían entregado su vida por no renunciar el mensaje del perdón de Dios en Cristo Jesús que encontramos en las Escrituras.
Thomas Bilney
Dejamos aquel solemne lugar y volvimos a la plaza, pasando par la catedral, hasta llegar al antiguo ayuntamiento. ¡Otra placa!, que nos declaraba:
Thomas Bilney
1495 – 1531
El primer martir protestante
encarcelado en los calabozos subterraneos
antes de su ejecución en la hoguera
en la Fosa del Lolardo
19 de agosto de 1531
Hugh Latimer
Thomas Bilney, convertido por leer la palabras de 1 Timoteo 1:15: Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero, e instrumento en la manos de Dios para la conversión del mártir inglés más conocido, Hugh Latimer (recordamos sus palabras a la hora de morir dirigidas hacia su compañero en las llamas Nicholas Ridley: Pórtate varonilmente, Master Ridley; hoy encenderemos, por la gracia de Dios, tal vela en Inglaterra que creo que jamás se apagará).
Preguntas pertinentes
Volví a casa de mi amigo para comer con estas imágenes y nombres rondando por mi cabeza. Y con preguntas: ¿Amo yo tanto al Señor como para entregar mi vida por él? ¿La Palabra de Dios realmente merece morir por ella? Si volviesen días tan malos a España (¿y quién dice que no?), como hubo en otros tiempos, ¿estaría dispuesto a confesar a Cristo con tanta fe y certeza?
Te hace pensar, ¿verdad?
Mateo Hill administracion@editorialperegrino.com