«El apóstol Pablo era misógino». Por lo menos, eso dicen muchas personas. Y no solo lo dicen fuera de la iglesia. Cuántas veces he oído a personas «evangélicas» decir justo esto. Viendo que las actitudes hacia la mujer han cambiado últimamente, si Pablo volviera a escribir sus cartas hoy día, seguramente escribiría otra cosa.
Sin entrar en lo que es el papel de la mujer, podemos comentar la gran dificultad que todo evangélico debería tener con el planteamiento en sí. Aunque parece simplemente una forma de encajar la Biblia con la sociedad, en verdad es una negación total de la doctrina de las Escrituras. Niega completamente la inspiración, infalibilidad y suficiencia de la Palabra de Dios.
La doctrina bíblica de las Escrituras no enseña que la Biblia estuviera bien solo en el momento en que se escribió, sino que es todo lo que necesita todo hombre en todo tiempo. Si Pablo realmente tuviera que revisar sus escritos, estamos frente la necesidad de una nueva «biblia» para cada generación, y también para cada cultura. Y tales biblias, por definición dejarían de ser la Biblia.
Es que la Biblia es la verdadera, fiable, eterna revelación de Dios. No es simplemente palabra de sus autores; es palabra de Dios. ¿Cómo podría el Dios verdadero y fiel darnos una revelación que caduca cada X años, que necesita actualizarse como si fuese una app en el ordenador? Si Dios es eterno, atemporal, sin variación, su revelación tendría que serlo también. ¿Qué tipo de dios daría una revelación que hoy vale y mañana no?
Luego, si decimos que hay cosas en la Biblia que ayer fueron verdad y hoy no, que hoy día no podemos confiar en todo lo que dice la Biblia, ¿cómo decidimos qué partes son fiables? Si tratamos la Biblia que nos ha llegado como un menú del día, o las opciones al comprar un coche nuevo, al final ¿qué criterio usamos para elegir?
Al final termina en cuestiones de preferencias personales, y cada uno crea su propia biblia que igual le vale, pero a nadie más, porque cada uno usa sus propios criterios y hace su propia selección. Cada uno se convierte en su propio dios, con su propia verdad, igual como en los tiempos de los Jueces, igual como en el día de hoy. La verdad se ha convertido en algo tan subjetivo y personal que ha dejado de ser la verdad.
Vale, las personas tienen derecho a cuestionar, examinar y hasta dudar todo lo que quieran. Pero si al final lo que uno piensa, dice, escribe y defiende no es enseñanza evangélica, tienen que cuestionar su derecho de seguir aplicándoles el término «evangélico». Si un fruto no parece una manzana, no huele a manzana, no tiene sabor a manzana, lo más probable es que no sea una manzana.
Dios nos ha revelado que «toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra», y lo que Dios dice me basta. Si confiamos en Dios, confiemos también en su Palabra.
Nota: El libro La Biblia: ¿Podemos confiar en ella? trata muy bien este asunto. Puedes verlo AQUÍ