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Once años son muchos años

Por 29 junio, 2016Sin comentarios

Once años son muchos años. Es el tiempo que lleva la iglesia en Ciudad Real, donde asisto, esperando a que se les adjudique un puesto en el mercadillo. Nada más llegar Luis Cano a la iglesia como pastor, solicitó que le dejasen seguir con la actividad que había llevado a cabo durante sus 20 años en Cuenca. Pero cada vez que lo solicitaba, venía la negativa, y cada vez con una razón diferente.

¡Hasta hace un mes, cuando por fin se le dijo que sí! La iglesia lleva tiempo predicando al aire libre en la Plaza Mayor y en el mismo mercadillo, usando el tablero y regalando folletos. Pero ahora nos dejan poner a disposición de los vecinos de la ciudad toda una serie de libros y Biblias, tanto para adultos como para niños.

Qué oportunidad de hacer que la palabra escrita llegue a las manos de inconversos, a sus casas, a sus mesitas de noche; y, si Dios quiere, a su propio corazón. Entonces se ha hecho un pedido a Peregrino, cómo no, de diferentes materiales; se ha añadido algún producto de papelería para atraer a la gente; y ¡a vender!

Claro, llevamos años en esto (yo también hice mercadillo durante 15 años) y sabemos que la iglesia no se va a hacer millonaria. No ganas nada realmente, ni para pagar el puesto al ayuntamiento. Muchas veces estás allí durante 5 o 6 horas y no has vendido nada. ¡El primer día en Ciudad Real la primera venta fue un rollo de cinta adhesiva en 40 céntimos y el ingreso total de la mañana fueron 3,25€!

¡Pero cuando vendes algo, qué gozada! Simplemente pensar lo que el Señor podría hacer a través de ese libro. Es que todos los que estamos en la familia de Dios empezamos fuera. Todos los que pasan por el puesto, compren o no, son creyentes en potencia. Un solo libro podría ser la llave que abra la puerta a un nuevo creyente, una profesora de escuela dominical, un predicador, un pastor o una misionera. ¡Estos clientes podrían ser los Spurgeon, Ryle o Lloyd-Jones de mañana!

Lo importante es que la palabra escrita, en especial la Palabra inspirada, esté disponible para la gente. Que esté fuera de las cuatro paredes de nuestros locales, que el inconverso pueda encontrarse con ella sin que les pongamos la condición de cruzar el umbral de la capilla para conseguirla. Sabiendo que si conseguimos que estas palabras lleguen a manos de un pecador, no volverá vacía, sino que hará lo que Dios quiera, siendo prosperada en aquello para que fue enviada.

Los futuros miembros de la iglesia están en las plazas, los parques, paseos y playas, más aún en estas fechas veraniegas; salgamos a su encuentro con palabras de vida.

Hasta pronto.

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Mateo Hill

director@editorialperegrino.com

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