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Mujer en la cesta

Por 9 febrero, 2015febrero 16th, 2015Sin comentarios

Mujer en la cesta

Todos hemos visto, ya sea en el celuloide o en directo, a los encantadores de serpientes. Sentado sobre la tierra con una flauta en las manos y una cesta delante, el hombre levanta la tapa de la cesta y se asoman los curiosos para mirar dentro. El hombre empieza a tocar y poco a poco aparece la cabeza y después el cuerpo erguido de una cobra.

Algo parecido viene a la mente al leer la segunda parte de Zacarías 5, que corresponde a la séptima visión del profeta. Aparece una cesta de cuarenta litros con tapa de plomo, la cual, al levantarse, descubre a una mujer dentro de la cesta. Al leer el relato bíblico, más de uno se habrá preguntado –«¿y qué nos quiere decir esto?»–. Pero si dejamos que el texto nos hable, podemos ver algunas cosas con bastante claridad. El mismo relato nos dice que la mujer representa la maldad, la iniquidad: el pecado dentro del pueblo de Dios. Siendo así, ¿qué podemos entender a través de las palabras del pasaje inspirado?

La existencia del pecado

Primero, hay pecado dentro del pueblo de Dios. Era el mensaje para los israelitas y es el mensaje para nosotros hoy día. No es que deba haber pecado, pero el hecho es que somos seres humanos, pecadores todos, y aunque hemos recibido el perdón de Dios, todavía mostramos las características del viejo hombre. En una comunidad compuesta de pecadores, por desgracia, aparecerá el pecado.

Luego vemos que Dios controla este pecado. Lo tiene tapado, no con una tapa cualquiera, sino una pesada, de plomo. La mujer está allí encerrada, no puede salir, está controlada. ¿Cómo sería la iglesia si Dios no frenara la maldad entre nosotros? A la vez que nos frustra el pecado que hay, podemos dar gracias a Dios por el pecado que no hay, que Dios no permite, por la protección de Dios para que el pecado no haga más daño en la iglesia de lo que hace.

La duración del pecado

Se nos ocurre otra cosa, porque vemos que Dios no quita el pecado en seguida, sino que permite que el pecado siga durante un tiempo. Allí está la mujer sentada, bien ubicada en su sitio. Aun cuando se destapa la cesta y trata de escaparse para ir y hacer más daño, Dios no quita a la mujer enseguida, sino que la vuelve a meter. Vemos lo mismo en la parábola que cuenta Jesús sobre la cizaña. La cizaña se queda durante un tiempo entre las espigas porque arrancarla haría daño. Si Dios quitara de entre su pueblo todos aquellos que cometen pecado, la iglesia se quedaría literalmente en nada.

Sin embargo, es cierto que Dios a su tiempo sí que quita la maldad. Llegan las dos mujeres con alas de cigüeña para llevar la cesta con su malvado contenido. Dios sí purifica a su Iglesia. Obra en las vidas de los creyentes para santificarnos. A veces aviva su iglesia de golpe, de una forma especial, y sí, a veces, quita de entre nosotros a los inicuos.

La seriedad del pecado

El pecado es serio, muy serio. Le costó la vida a nuestro Señor Jesucristo. La seriedad se ve en esta visión en cómo la cesta es llevada a Sinar, a Babilonia, lugar de castigo para los israelitas recién vueltos del cautiverio allí. No debemos de soportar el pecado. En la Iglesia universal existe cierto margen de maniobra referente a doctrinas secundarias. Pero cuando uno se llama cristiano y niega rotundamente la Palabra de Dios, sea con sus palabras o con sus hechos, tenemos que mantener la distancia, porque nos va a hacer daño, mucho daño.

Como creyente, creo que mi reacción debe ser doble. Primero, la de orar por mi iglesia, para que Dios la proteja, para que mantenga su mano encima de la tapa de plomo, evitando así que la maldad pasee entre nosotros para hacernos daño. Segundo, tengo que examinarme. Es muy fácil ver el pecado en los demás, pero necesito buscar el pecado en mi propia vida, arrepentirme de él y quitarlo de en medio.

Hay perdón

Lo más bello es lo que no nos dice el pasaje. La visión habla del pecado, la iniquidad y la maldad. Tomando la visión en su contexto bíblico, es imposible hablar del pecado sin recordar que para aquel que peca y que lo reconoce delante de Dios, hay perdón en Cristo Jesús. Hay pecado en la Iglesia, pero hay perdón en Cristo. Muchas veces destapo la maldad y le doy rienda suelta en mi vida; pero sé, porque la Palabra me lo dice, que «si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad».

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Mateo Hill   mateo@editorialperegrino.com

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