Los amigos de Job tienen muy mala fama. En inglés se habla de los que son como «consejeros de Job», que solo sirven para empeorar la situación. Y es verdad que no se cubren de gloria a partir del capítulo 4, pero los últimos 3 versículos del capítulo 2 los presenta como «amigos».
Acuerdan hacer algo
Hay deseo de hacer algo. Cuando estos tres amigos se enteran de las pérdidas de Job —su riqueza, su familia, su salud—, como buenos amigos quieren hacer algo por él.
Se esfuerzan para ayudar
Organizan sus vidas, salen de sus casas cada uno, se encuentran para seguir juntos y van de viaje, por amor a su amigo. Es un esfuerzo, les cuesta, es un sacrificio. Habría sido más fácil quedarse en casa. Pero Job es su amigo.
Se acercan a él
Se acercan a él, no mantienen las distancias. En estas situaciones, simplemente sentir la cercanía de las personas ayuda. No le mandaron un mensaje, o un ramo de flores. Se acercaron a él.
Quieren «condolerse de él y consolarle»
No le buscan de forma morbosa, para ver al pobre Job, a ver como se ha quedado. No, quieren compadecerse de él, quieren tener compasión de él; quieren sentir y, de alguna forma, compartir algo de su dolor. Quieren llevarle algo de alivio, calmarlo, tranquilizarlo, animar, confortar, alentar. Necesitamos amigos así.
Lloraron
Lloran con él, lloran por él, por lo que ha sido, por sus hijos perdidos, por su pobreza, por su falta de salud. ¿Cuántas veces, al llegar a un amigo que lo está pasando mal, simplemente os fundís el uno en los brazos del otro y lloráis?
Rasgan el manto y esparcen polvo
Y expresan su dolor, su luto, de la forma más apropiada en su cultura, en este caso rasgando la ropa y esparciendo polvo y cenizas sobre sus cabezas. La amistad en momentos muy oscuros.
Se sientan con él en la tierra
Se ponen con él, probablemente en el basurero, fuera de la ciudad. Se sientan a su nivel, bajan a donde él está, para estar en su pellejo. Eso es la verdadera empatía, ponerse uno es el lugar del otro.
Pasan tiempo con él
Le dedican siete días enteros. Da igual si estuvieron con él a ratos durante una semana, como sugieren algunos, o si literalmente estuvieron ahí los 168 horas sin moverse. El hecho es que le dedican tiempo. Le acompañan durante horas y horas. Están con él.
No le hablan
Y no dicen nada. Muchas veces es exactamente lo que una persona angustiada necesita oír. Las palabras a veces sobran. Cuántas veces he estado de visita en el hospital, y lo que más necesitaba el enfermo era escuchar mi silencio. Dicen los ingleses que el silencio es oro.
Es verdad que después abren la boca y meten la pata. ¡Pero hasta este momento, qué bonito ejemplo de la amistad nos dan estos tres amigos de Job!
Que buena diserción! En pocas palabras, el otro lado del discurso, bien apuntdo y sintetizado.
Muchas veces escucho sobre diatribas de los discursos teologicos, y demasiado mal de lis amigos de Job.
Gracias por el buen testimonio.
Siempre he sido un buen amante de los amigos de Job.
Saludos en el Señor desde Barcelona