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El águila y el cuervo

Por 25 enero, 2024Sin comentarios

Leí el otro día que la única ave que se atreve a atacar a un águila es el humilde cuervo. Ante el poderío del águila, los demás pájaros ni se acercan a la reina de las aves; sin embargo, el cuervo, sí. Espera hasta que el águila está planeando tranquilamente para posarse en su espalda, justo donde las garras y el pico del águila no pueden llegar, y desde ahí da picotazos a la espalda y el cuello de su presa.

El águila no responde directamente, no contraataca, no busca pelea. Lo único que hace es mover sus enormes alas para empezar a subir. Y sigue subiendo, remontándose cada vez más alto. En el principio el cuervo sigue picando, pero con cada metro que sube el águila, disminuyen las fuerzas del cuervo, hasta que al final, por la falta de oxígeno, cae inconsciente hacia la tierra.

El cristiano sufre los constantes ataques de Satanás. Nos da la impresión de que se ha posado en nuestras espaldas y no para de darnos picotazos, que duelen y hacen mucho daño. Si intentáramos darnos la vuelta para mirarle nos podría sacar un ojo. Y si intentáramos empujarlo fuera, es capaz de rompernos el ala.

Pero podríamos hacer lo que hace el águila, subir. Extender las alas e ir volando hacia las alturas, hacia nuestro Padre celestial para que al volar más alto hagamos más difícil que Satanás siga en nuestras espaldas y mantenga sus ataques. Si queremos resistir al diablo para que huya de nosotros, vamos a quitar el oxígeno del mundo volando más cerca del aire puro de la presencia de Dios.

¿Y no es verdad que estando cerca de él le damos menos oportunidad a Satanás? No tiene tanta facilidad para posarse en nuestra espalda. Voy volando, planeando, buscando siempre la cercanía y la presencia de aquel que es tres veces santo, que habita en santidad; y veo que ahí le resulta más difícil respirar al malvado. ¿Cómo voy a caer en las garras, en la tentación de Satanás si estoy planeando en las corrientes de la gracia de Dios, si busco cobijo justo donde Satanás no puede respirar?

Muchas veces Satanás nos quiere cansar con sus ataques continuos, y sentimos su pico como un puñal en nuestra espalda. Pero recordemos las palabras de Isaías al final de su capítulo 40: «…los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».

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