¡Yo, como mi abuelo!
Últimas preguntas. En este caso no hablo del libro evangelístico de Editorial Peregrino, sino del programa católico de Televisión Española que se emite en La 2 el domingo por la mañana. Hace diez días tuve ocasión de ver el programa que ofrecían, en el cual conversaron con un misionero que estaba trabajando en Filipinas.
Durante la entrevista se le hace al cura la pregunta obvia, de rigor: ¿Por qué eres misionero? Una pregunta que al autor de este blog le han hecho bastantes veces. ¿Cómo contestaría el hombre? ¿Qué diría de sus motivaciones para dejar su tierra y familia para ir al otro lado del mundo?
No me dio tiempo a pensar cómo sería su respuesta, pero la verdad es que su contestación me dejó con la boca abierta, sin palabras. Vamos, que nunca lo habría imaginado aunque tuviera la eternidad para pensarlo. Nunca antes lo he escuchado de boca de un misionero, y espero no volver a oírlo, por lo menos de labios de un obrero evangélico.
¿La respuesta? «Quería ser como mi abuelo, que era muy extrovertido y hablaba mucho con la gente». ¡Toma ya! ¡Por tener un primo bocazas voy de misionero a Brasil! Es verdad que después el hombre añadió que está en Filipinas para difundir la Palabra de Dios, y otras cosas bonitas, pero su primera respuesta fue lo del abuelo.
¿Qué es un misionero?
¿Qué es, pues, un misionero? Recuerdo en la biblioteca del seminario un libro con el título Missionary Romance in Morroco (Romance misionero en Marruecos) que, lejos de ser un cuento de amor en el norte de África, presentaba la vida misionera allí como algo romántico, idílico, como un cuento de hadas. ¿Esto es un misionero, alguien paseando por el mundo, flotando a 10cm del suelo y repartiendo frases bíblicas a todos los indígenas amigables que se cruzan en su camino? ¿Uno se hace misionero porque busca la vida fácil, bonita; porque se ha enamorado de la idea de ser un David Livingstone del s. XXI, para que hagan una peli de su vida dentro de 120 años? Repito, ¿qué es esto de ser un misionero?
A veces la gente me pregunta si soy misionero, ya que se me nota en el acento que no soy manchego de pura cepa. Y mi respuesta es sí y no. De cara a las iglesias en el Reino Unido que nos apoyan a mi esposa y a mí, somos misioneros, obreros enviados con el mensaje de salvación. Pero no creo que la palabra «misionero» describa mi trabajo en España. No hay un oficio o una carrera de misionero. No hay oficinas enteras de misioneros todos sentados en sus mesas haciendo de misionero. ¡No! Si describo mi trabajo ahora, trabajo en una editorial evangélica. Antes trabajaba de pastor evangélico.
Y lo hago no porque quiera ser como un pariente mío, no porque mi padre y mi abuelo fueran pastores y tenga que estar en la obra. No estoy en España porque se me dieran bien los idiomas, que no es el caso (¡si mi profesora de francés del instituto lo supiera!). No me ubico en la Península ibérica porque me encante estar aquí (aunque es verdad), ni porque haya conseguido un puesto con una misión británica que trabaja en España (que también, en un sentido, es verdad).
Llamado por Dios
Si soy misionero es por la sencilla razón de que Dios me llamó a esto. Durante un tiempo, más de nueve años, obró en mi vida a través del Espíritu Santo, usando a personas, circunstancias y su Palabra, hasta que llegó el momento en que supe que si yo no venía a España estaría desobedeciendo a Dios. Como digo, Dios me llamó. Me llamó para anunciar las buenas noticias de salvación, sí, aquí en España. De anunciar ese glorioso evangelio del perdón de Dios en la cruz de Cristo; un evangelio de gracia, misericordia y amor. A esto fui llamado.
En este sentido tiene toda la razón mi esposa cuando dice que un misionero no es alguien que cruza el mar sino alguien que ve la cruz (queda más bonito aún en inglés: Not someone who crosses the sea but someone who sees the Cross). En su gracia, Dios me ha hecho ver la cruz. Me ha llamado a anunciar el mensaje de la cruz, en España. Por eso soy misionero. ¡No porque quiera ser como mi abuelo!
Mateo Hill administracion@editorialperegrino.com