Y fueron felices y comieron perdices
Estas palabras o algunas parecidas son las que se podrían esperar al final del capítulo 3 del libro de Jonás. La historia ha llegado a un final feliz. Después de rebelarse el profeta contra al llamamiento de Dios para ir a Nínive, buscando tomarse unas vacaciones en España, y terminar siendo un tentempié para un pez grande, el hombre se arrepiente de su desobediencia y busca a Dios en oración. Dios le contesta salvando su vida y, al terminar Jonás de nuevo en tierra firme, Dios en su gran misericordia vuelve a llamar al profeta rebelde a que vaya a Nínive con un mensaje de castigo divino. El primer día de su campaña evangelística en aquella ciudad de 120 000 personas, se convierten casi todos, incluso el rey mismo. Tras su arrepentimiento, Dios decide no castigar la ciudad y la gente se salva. Y en este punto es donde esperaríamos ver el fin del libro.
Pero luego viene el capítulo 4, que encima empieza con el profeta enojado y con una depresión. Y nos preguntamos por qué. Aquí tenemos un profeta de mucho éxito. A cualquier pastor, evangelista o misionero le encantaría tener una respuesta parecida el primer día de su campaña.
El porqué del enojo del profeta.
Pues hay varias posibilidades del porqué del enojo del profeta. Algunos sugieren que tenía una idea muy correcta de la justicia, y dado que los ninivitas eran muy pecadores merecían morir: otra cosa no sería justa. Otros sugieren que Jonás luchaba con la idea de que Dios era el Dios solo de los judíos. ¿Qué hacía Dios perdonando a paganos, a gentiles, a incircuncisos? Una tercera opción, y a mi aparecer la más probable, es que Jonás pensara en su reputación. Hasta el momento, ha sido un profeta de renombre en su propio pais (2 R. 14:25) pero ahora sus palabras de castigo no van a cumplirse. Dios, siendo un Dios de misericordia, no va a castigar a Nínive a pesar de la profecía de Jonás. ¿Qué va a pensar la gente de él cuando vuelva a Israel? ¿Cómo van a tomarle en serio en el futuro ahora que sus palabras se han convertido en papel mojado? Y si no sirve como profeta, ¿qué le queda? Más vale morir porque no le queda nada en esta vida.
Así lo encontramos de pucheros fuera de la ciudad enojado con Dios y desesperado de la vida. Pero Dios en misericordia se acerca a él, y le manda una calabacera para darle sombra. Jonás se alegra, pero tan rápido como ha aparecido, Dios se la quita y el profeta se enoja de nuevo. Y el libro de Jonás termina con esta pregunta divina y su lógica aplastante: ¿Si tu salvarías la calabacera, no puedo yo hacer lo mismo con Nínive?
La misericordia
Aquí estamos ante el porqué del capítulo 4, y posiblemente de todo el libro. Dios sabe que al final del capítulo 3 Jonás todavía no ha captado el verdadero significado de la misericordia. Por la misericordia de Dios Jonás ha sido llamado a ser su profeta. Al huir de Dios, en misericordia el Señor lo salva mediante el pez milagroso. Habiendo sido un rebelde fracasado, Dios en misericordia vuelve a llamar a Jonás para ir a Nínive. Pero aun así, Jonás no entiende por qué Dios tiene que salvar a los pecadores de Nínive.
Seamos capaces de comprender y recordar lo grande que es la misericordia de Dios. No sea que el Señor tenga que mandar un gusano o un recio viento solano para hacernos entrar en razón.
Mateo Hill administracion@editorialperegrino.com