Supongo que no serán pocos los lectores que, al leer un libro evangélico se han topado con expresiones como “el trabajo del Espíritu Santo” o “Dios trabaja en los corazones”. De lo que no estoy muy seguro es si estas expresiones les suenan raras o les parecen perfectamente adecuadas. A juzgar por el uso que de ellas se hace a veces aun en la predicación, parece que nuestros oídos se están acostumbrando a ellas, de tal manera que nos parecen de lo más normal. ¿No es, sin embargo, más correcto hablar de “la obra del Espíritu Santo” o de que “Dios obra en los corazones»?
Nuevamente, como en otros casos, la confusión parece haber sido originada por traductores que traducen “a piñón fijo” el término inglés work. Nuestros hermanos de habla inglesa utilizan la misma palabra para referirse a la obra del Espíritu Santo que al trabajo de un albañil, pero en el idioma español tenemos la ventaja de poder utilizar términos distintos para cada caso. Alguien podría argüir que ambos términos son intercambiables en algunos casos, y no les falta razón. Pero en el caso que nos ocupa hay connotaciones que es importante tener en cuenta.
Echemos mano del DRAE: En cuanto al término trabajar, nos da (entre otras) la siguiente definición: “Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual”. El término obrar, sin embargo, queda así definido en una de sus acepciones: “Ejecutar o practicar algo no material”. Esto, evidentemente, encaja perfectamente con la obra espiritual de Dios. Personalmente, me habría gustado que Samuel Vila, en su excelente obra Diccionario etimológico de sinónimos castellanos, hubiera incluido un apartado dedicado a esta distinción, pero espero que mi sencilla explicación ayude a llenar esa pequeña laguna. Y si alguien no queda muy convencido, que me diga si se atrevería a decir: “Por trabajo y gracia del Espíritu Santo”, en vez de: “Por obra y gracia del Espíritu Santo”.
Demetrio Cánovas director@editorialperegrino.com
Este artículo pertenece a la serie “La Palabra y las palabras“