Neologismos [ev]angelicales
La realidad evangélica requiere, indudablemente, neologismos que expresen concisa y exactamente nuestras creencias y prácticas.
Esto no es nada nuevo. Ya en el primer siglo del cristianismo, hubo que introducir nuevos términos o nuevas connotaciones de otros ya existentes. No olvidemos que la palabra que traducimos “iglesia”, por ejemplo, tenía originalmente un significado y sentido puramente secular.
Una influencia extranjera
Una fuente de neologismos está, por supuesto, en los términos extranjeros que, españolizados o en “estado puro”, se incorporan a nuestro idioma; una práctica que sólo debería justificarse, en mi opinión, cuando no hay otro recurso disponible.
De vez en cuando, oímos (o leemos) la palabra “evangelicalismo” (del inglés evangelicalism). Aunque atrozmente extraña a nuestros oídos latinos, parece que los introductores de la palabreja tienen una pereza mental que les impide buscar alternativas más aceptables.
Reconocemos que decir “cristianismo evangélico” o “movimiento evangélico” es un poco más largo, pero no más que, por ejemplo “catolicismo romano”, que tanto nos deleita pronunciar por sus peyorativas connotaciones. Y difícilmente se podría calificar tal expresión de pleonasmo.
Se sugiere…
Pero, a mi entender, cabría la solución (que, por lo visto, a nadie se le ha ocurrido) de utilizar “evangelicismo” si queremos abreviar. Después de todo, si de “católico” se deriva “catolicismo”, de “evangélico” debería dimanar “evangelicismo”. Morfológicamente, me parece impecable.
Ahí queda la idea. Y si el cristianismo evangélico decide adoptar “evangelicismo” para autodenominarse, quede claro que el término no tiene patente ni copyright. Úsese a discreción.
Demetrio Cánovas director@editorialperegrino.com
Este artículo pertenece a la serie “La Palabra y las palabras»