¡Me siento un fraude!
Nos han invitado a venir a esta isla preciosa para instruir a pastores. Vamos pasando por lugares estratégicos donde se reúnen pastores de varias iglesias. Hoy, por ejemplo, se han reunido unos 35 pastores, junto con otros hermanos de las iglesias para recibir enseñanza de los tres pastores experimentados que somos.
Pero, como digo, ¡me siento un fraude! En un poblado en medio de palmeras, rodeado de montañas, nos recibe el pastor anfitrión de hoy. Y nos lleva a su despacho. Durante unos minutos nos deja el pastor y, cómo no, empezamos a examinar sus libros. Todos gastados, muchos viejos, y algunos muy interesantes. Al entrar, nos observa y dice: «Han sido muchos años de coleccionar, y mucho sacrificio, para conseguir mi biblioteca». Y pensé en lo fácil que es para mí. Cojo el teléfono y lo pido, o me meto en Internet. Y en tres días lo tengo en mis manos, pagado y sin pensarlo dos veces.
Al hablarnos de la obra que están haciendo en la zona, nos comenta de algunos de los pueblos que visitan, que están en la montaña, que solo tienen el acceso a pie. Varias horas para visitar una iglesia hermana y para tener comunión con una colega pastoral.
En un descanso, voy con nuestro guía Jatniel a visitar a otro pastor. Como muchos tiene su casa y la iglesia juntas. Después de tomar un café y charlar un poco, le pido ver la el local de la iglesia. Me dice que sí, y luego me explica que realmente es una cochera no muy grande que los domingos se convierte en iglesia. Es la única forma de reunir a sus 50 fieles, porque es muy difícil conseguir los permisos para una iglesia oficial. Así es, entramos y nos encontramos con algunos hermanos arreglando un coche, y en el fondo vemos los bancos apilados.
Volvemos a la conferencia, y en la despedida van nombrando a los pastores presentes, muchos de los cuales han bajado del monte para estar ahí. Algunos incluso habían comentado que la comida que les pusimos a mediodía era la primera comida que habían tomado en los dos días que llevaban de viaje; que solo habían encontrado pan para comer por el camino.
Todo para llegar a una conferencia de un día, dada por pastores que venían de lejos para enseñar. Enseñarles a ellos. Pero todo al revés. ¡Cuánto tenían ellos para enseñarme a mí! Es que, de verdad, era para sentirme un fraude.
Mateo