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Ganarse el derecho

Por 21 julio, 2014Sin comentarios

Ganarse el derecho

Hay frases que la primera vez que las escuchas te llaman la atención. Frases como la de Frances Schaeffer cuando habla de «la verdad verdadera», o una descripción del catolicismo que leí hace años que lo denominaba como «cristianismo pagano».

Reunión de jóvenes

Como predicador novel, ya por los años ochenta, estuve predicando en una iglesia en el norte de Inglaterra y después del culto por la tarde me invitaron a la reunión de jóvenes que iban a celebrar en una casa cercana. Cómo ya se acercaba la hora de cenar acepté con mucho gusto. ¡Y además, siendo soltero en aquel momento, había notado la presencia de más de una joven guapa que podría convertirse en la futura Señora de Hill! El tema del estudio fue sobre el evangelismo, y se hizo especial hincapié en la idea de que nos tenemos que ganar el derecho a evangelizar. ¡Qué frase tan llamativa y tan novedosa para mi en aquel entonces!

Nuestro testimonio

Se hablaba sobre la necesidad de cuidar de nuestro testimonio para que nuestros hechos no estorbasen nuestras palabras. Y es cierto que si las personas sólo ven que somos gruñones, chismosos, que de vez en cuando echamos una mentirijilla y siempre salimos del trabajo diez minutos antes, a la hora de hablarles de nuestra fe cristiana nos dirán «¿Pero qué derecho tienes tú de hablarme de tu religión

Tomar tiempo

En este sentido, el derecho a evangelizar nos lo tenemos que ganar. ¡Ojalá cuidásemos más nuestra «imagen cristiana» porque yo estoy seguro de que muchos de mis amigos no me escuchan porque me conocen demasiado bien.

También hablaban de la necesidad de tomar tu tiempo con la gente, de ir ganando su confianza, de no entrar «a cañonazos» sino, poco a poco. Tenemos, decían, que ir abriendo el camino, construir puentes con las personas, y cuando ya tenemos esa confianza con ellos, entonces hemos ganado el derecho de hablarlas del Señor. Si no, aunque podemos hablar y compartir, ¿con qué derecho lo hacemos?

La obra social

Esta idea de ganar el derecho a evangelizar es un principio que muchos aceptan. Pocas son las campañas evangelísticas donde no haya acción social, o jóvenes limpiando parques o haciendo donaciones de sangre. Es una buena forma de hacer que la gente nos escuche con atención.

Luego están las iglesias, cada vez más, que tienen obra social, reparto de comida, ropa o medicamentos. Sentimos, y con razón, la necesidad de ser el Buen Samaritano de aquellos que no tienen nada en esta vida. Queremos ayudarles y mostrar de una forma práctica el amor de Cristo.

Mi derecho viene de Dios

Pero a la vez, tenemos que tener cuidado, ¿verdad? Porque me parece que hay algo, al menos una parte, de eso de «ganar el derecho de evangelizar» que no es acertado del todo. Entiendo y acepto los ejemplos que hemos dado arriba, vivir una vida más santa y ayudar a los demás redundará en una mejor disposición entre los que nos oyen.

Sin embargo, si leo en mi Biblia que Jesús manda a su iglesia a ir a todo el mundo a predicar, ya tengo todo el derecho que necesito. Soy un mandado, un portavoz, un embajador que ha sido enviado, y mi derecho viene, no tanto porque los que me escuchan me lo hayan cedido, sino porque quien me ha enviado es el Dios supremo y soberano. Aunque no quieran escucharme, y crean que no tengo derecho, sigo predicando y testificando porque el Todopoderoso me ha autorizado.

Mensaje y mensajero

Es más, no solo tengo derecho a causa de quien me ha enviado, sino por el mensaje que entrego, publico y anuncio. Mi mensaje no es mi opinión personal de algo que me ha sido útil, no es un manifiesto político, no es una invitación a cambiarse de religión. Es la Palabra inspirada de Dios. Tiene su sello, su autorización, y por eso conlleva todo el derecho que necesita. Todos sabemos lo que es intentar regalar una Biblia o porción de ella a alguien y lo primero que hace esta persona es mirar entre las primeras páginas para encontrar el imprimátur que le permita aceptar y leer nuestro regalo. ¡Más autorización tiene nuestro mensaje! No ha sido autorizado ni por un obispo ni por Conferencia Episcopal, sino por el Altísimo. Él ha hablado, mi mensaje me ha sido entregado por Él. Entonces ni al mensaje ni al mensajero les falta derecho, porque son mensaje y mensajero de Dios.

Plena confianza

¿Tenemos planeada alguna actividad evangelística en estos días de verano? Quizás vamos puerta por puerta o repartimos folletos por la calle. Tal vez un puesto de libros o unas reuniones especiales. Vayamos con la confianza de saber que tenemos todo el derecho del mundo. ¡Y del cielo!

P.D. Por cierto, a la Señora de Hill la conocí, no en aquel grupo de jóvenes sino unos años después en el seminario bíblico, hace veintiocho años ya.

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Mateo Hill   administracion@editorialperegrino.com

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