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Folclore

Por 3 agosto, 2016Sin comentarios

El domingo cometimos un error. Bueno, supongo que cometimos muchos errores, pero me refiero a uno en particular.

Íbamos de paseo después del culto de la tarde hacia el centro de la ciudad, acompañados por un grupo de jóvenes británicos que han venido unos días para ayudar en la evangelización. Giramos por una esquina y nos encontramos en la Plaza Mayor, rodeados por una multitud enorme de personas que celebraban la Fiesta de la Virgen del Prado. En este preciso instante sonaban las palabras de la alcaldesa desde la tribuna, dándoles a las personas la bienvenida a este «acto folclórico».

Empecé a pensar en esta frase. Una acto que de toda la vida ha sido un acto religioso, en honor a la virgen de turno, ahora forma parte del folclore del pueblo. Lo que estábamos presenciando, aunque no nos quedamos más que unos minutos, era, según el diccionario de la RAE, un «conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones, y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular». Otras definiciones usan palabras como «chistes», «leyendas» y «supersticiones». Así que la religión ahora ha pasado a ser algo del pasado, de nuestros abuelos, que merece quedarse en los recuerdos pero carece de relevancia y veracidad en nuestra generación. Algo bonito que nos recuerda otros tiempos y formas de hacer y pensar.

Hablando con la gente, se da cuenta uno de que es exactamente así como ven la religión, todas las religiones. Un cuento que creían nuestros antepasados, pobres de ellos, y por el que nosotros, listos que somos, no nos dejamos engañar. Es lo que uno escucha, quizás en otras palabras, y es lo que han escuchado esos jóvenes británicos durante la semana, por lo menos en algunas ocasiones.

Pero me pregunto hasta qué punto nuestra religión, la protestante, la evangélica, ha llegado a ser folclore para nosotros, para mí. ¿Las historias de Moisés, de los Jueces o de Elías en el monte Carmelo, me inspiran al pensar que el mismo Dios podría hacer las mismas cosas hoy? Si no, estoy tratando a mi biblia como leyenda y nada más: historias del pasado que son bonitas pero sin ser relevantes para mí hoy. Parece ser que muchos evangélicos tratan Génesis del 1 al 11 de esta manera. Sabemos que no era así, 6 días de 24 horas, pero es un cuento bonito que los pobres ignorantes del pasado creyeron y así se lo enseñamos a nuestros hijos, sabiendo que en la escuela les van a decir la verdad sobre la evolución y el principio del mundo.

A la vez, me pregunto si hay cosas de nuestra religión que sean prácticas que hacemos simplemente porque siempre se han hecho así. Asistimos a la iglesia el domingo y escuchamos un buen sermón porque siempre lo hemos hecho, pero realmente no nos afecta, sigo igual al salir. Leo mi biblia, pero sale por donde ha entrado. Sigo igual por mucho que lea, no hay cambios en mí, como si lo que leo no tuviera relevancia. Como si la religión fuera leyenda, supersticiones de otra época que no tienen nada para contribuir en estos días tan iluminados. Y cuando salgo de la iglesia, y vuelvo al mundo, a la familia, al trabajo, ¿mi fe se ve, se escucha? ¿Por lo que ven otros en mí, mi fe es algo privado o afecta toda mi vida, incluso mis relaciones y amistades? ¿Les hacemos creer que es algo real, vital y relevante, o simplemente algo anecdótico que ni les afecta a ellos ni a nosotros tampoco?

Ahora bien, sabemos que la fe cristiana no es folclore. Creemos firmemente que Dios es real y que su Palabra es verdad. Que él mismo nos guarde de dar la imagen de creer algo de leyenda, desfasado, increíble, algo rescatado de tiempos antiguos sin relevancia alguna en el mundo real. Que no seamos cristianos folclóricos.

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Mateo Hill

director@editorialperegrino.com

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