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De pastores y ovejas

Por 24 noviembre, 2015Sin comentarios

De pastores y ovejas

Una de las grandes bendiciones de aprender un idioma es que te abre una nueva óptica a las verdades bíblicas. Por ejemplo, todo el concepto del pastorado. En inglés usamos la palabra «pastor» para referirnos al ministro de la Palabra en una iglesia local, pero no lo relacionamos con la palabra para describir a una persona en el campo que cuida de ovejas y cabras; tal persona en inglés se conoce como «shepherd».

¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir que en castellano los dos son «pastores»! Pensándolo bien, es verdad que en inglés se usa la palabra «pastoral» para referirse al campo, cosa reflejada en la 6ª sinfonía de Beethoven, que en los dos idiomas lleva por sobrenombre «pastoral».

El profeta Zacarías

Zacarías entendió bien hace siglos lo que he tardado yo en aprender. En el capítulo once de su profecía, nos demuestra varias verdades muy importantes acerca de los pastores, los líderes espirituales del pueblo, y siempre bajo la metáfora de un pastor de ovejas.

El versículo 4 empieza en el principio. Un pastor es alguien nombrado por Dios, enviado por él al redil. Es Dios quien dice a Zacarías: «Apacienta las ovejas de la matanza». No vemos que Zacarías, observando la situación del pueblo, a los pastores infieles y el juicio venidero, se levante como profeta, como el autoproclamado salvador del pueblo. Tampoco vemos que sea el pueblo el que llame a Zacarías, ellos ni siquiera le aceptan (v. 8b). Puede ser que en nuestras iglesias llamemos a nuestros pastores, pero no son nuestros empleados como si nosotros les diésemos permiso para pastorearnos. En primer lugar son enviados por Dios, siervos de Dios y no de las ovejas, y merecen ser tratados como tal.

La tarea principal de Zacarías era apacentar la grey (v. 4). Lo mismo con un pastor de ovejas. Es verdad que tiene que ir en búsqueda de las perdidas, hacer volver a las desviadas, sanar a las heridas, separar a las que se pelean, y enderezar el camino de las ovejas negras. Pero su tarea principal es llevar a las ovejas de prado en prado buscando los delicados pastos que les harán bien. Los miembros de las iglesias tenemos que tener cuidado de dejar a nuestros pastores apacentarnos, y no exigirles que dejen de lado esa tarea tan importante para hacer la función de algún tipo de trabajador social en la congregación. Lo tendrá que hacer a veces, pero no es su tarea principal.

Capítulo 11

El capítulo 11 de Zacarías es un capítulo muy honesto. Vemos a Zacarías hartándose del pueblo, probablemente después de solo un mes (v. 8). Queridas compañeras ovejas, nuestros pastores son seres humanos. Se cansan, se desaniman, se hartan de nosotros; y no es de sorprender ¿verdad? Una de las cosas que más desanima a un pastor es pasar toda la semana ojeando los campos, preparando los pastos, regando la hierba de la Palabra con las lágrimas de sus oraciones, y luego ver que el domingo las ovejas no acuden al banquete; prefieren no comer, no quieren dejar que el pastor las pastoree. Otra cosa que desanima es estar dando de comer semana tras semana, durante años, a las ovejas, y ellas, nosotros, no crecemos. Puede ser porque estando en el culto no nos concentramos en comer; o no sabemos digerir y rumiar la Palabra; o porque nada más salir del culto nos metemos tantas «chuches» del mundo en el estómago que terminamos vomitando la Palabra fuera.

¿Tratamos bien a nuestro pastor?

Lo más serio de lo que dice Zacarías se encuentra al final del capítulo. Cuando las ovejas rechazan a su pastor, pagándole una miseria, y él rompe sus dos cayados, dejando así el puesto, Dios le dice que tome los aperos de un pastor insensato, para castigar al redil. El pueblo que rechaza al pastor que Dios ha enviado, será duramente castigado. Hermanos ovejas, ¿cómo tratamos a nuestro pastor? Por amor a él como persona le tenemos que tratar bien. Por amor a lo que él proporciona de alimento en nuestras vidas, también. Pero a la vez, porque Dios no se quedará con los brazos cruzados al ver que las ovejas maltratan y rechazan al pastor que él ha enviado, Dios actuará. ¡Ay de nosotros si Dios tiene que actuar así en nuestra iglesia, en la tuya o la mía!

 

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Mateo Hill   administracion@editorialperegrino.com

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