El milenio hispano
Se puede ser pre-, pos- o a- con respecto al milenio bíblico, y no es mi propósito dilucidar en este breve artículo cuál es la posición correcta. Lo que es inadmisible (gramaticalmente hablando) es denominar nuestra posición incorrectamente.
Ha sido (y aún es) frecuente hablar de conceptos “premilenialistas”, “posmilenialistas” y “amilenialistas”, así como “premileniales”, etc., con sus derivados correspondientes. Nuevamente, parecen ser los traductores los presuntos implicados en este evidente atentado contra la lengua española. Acostumbrados a leer en originales anglosajones los términos millennial y millennialist (con sus oportunos prefijos), se han limitado a “castellanizarlos” sin comprobar si su estirpe y abolengo pertenecían a Castilla o a la “pérfida Albión” (dicho esto en tono humorístico y sin ánimo de ofender).
Claros ejemplos de este lapsus los tenemos en la traducción de la Teología sistemática de Berkhof y en la de Hodge y en obras originales (no traducidas) como Escatología I y Escatología II de Grau y Lacueva respectivamente que, a pesar de sus grandes divergencias, coinciden en la misma incorrección. Esto, a su vez, habrá llevado a innumerables lectores a adoptar con toda naturalidad estos anglicismos.
A veces puede estar justificado españolizar expresiones evangélicas inglesas (“membresía de iglesia”, por ejemplo) cuando no han sido aceptadas aún por la Academia y no hay otro equivalente disponible. Pero cuando disponemos de términos tan “académicos”, correctos y castellanos como milenario, milenarista y milenarismo (a los que cada uno puede anteponer su propia partícula escatológica), ¿por qué echar mano del anglicismo fácil, innecesario e injustificado?
Los lectores, pues, que hayan “pecado” por ignorancia en este asunto en el pasado, de ahora en adelante sólo podrán hacerlo (por usar un hebraísmo) con “mano alzada”. En cuanto a los libros, habrá que esperar a futuras ediciones para efectuar las oportunas correcciones. Pero en cuanto al idioma hablado, desde hoy mismo podemos empezar a utilizar bien no sólo la Palabra, sino también las palabras referidas al milenio. Y aunque no nos pongamos de acuerdo en cuanto al significado del milenio, al menos hablemos de un milenio realmente “hispano”.
Demetrio Cánovas director@editorialperegrino.com
Este artículo pertenece a la serie “La Palabra y las palabras“