¡Con la Iglesia hemos topado!
Está visto que en esto de los usos heterodoxos del idioma no se escapa casi ningún aspecto de la fe cristiana, a veces con consecuencias teológicas. Y en esto la Iglesia no es ninguna excepción.
Una de las cosas que nos han enseñado los misioneros anglosajones es el noble oficio de “plantar iglesias”. La idea detrás de las palabras es totalmente bíblica, pero dudamos que lo sea la forma de expresarla. En efecto, esto de plantar iglesias transmite la idea que lo que les da el crecimiento es la “tierra” (ciudad, pueblo, etc.) donde se han “plantado”, lo cual sería no ya un error sino herejía. Según la Biblia, los creyentes son “plantados en la casa del SEÑOR” (Sal. 92:13 LBLA) o dentro de las puertas de Jerusalén (cf. Sal. 122:2). Según Pablo, también “fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte” (Ro. 6:5).
Aunque no sean términos bíblicos, sería más correcto hablar de establecer o fundar iglesias.
Pero una vez establecida la iglesia en cierto lugar, caemos en el error de hablar de la Iglesia Tal DE Tal Lugar. Es inútil buscar dicha expresión en el Nuevo Testamento. La Iglesia está siempre EN (nunca es DE) esta o aquella ciudad. Ya lo recalcaba el Dr. Lloyd-Jones el siglo pasado. El creyente (o la Iglesia) está EN el mundo, pero no es DEL mundo.
Pero aunque hayamos evitado los errores anteriores, aún nos aguarda otro muy común, que el de referirnos a que ciertas cosas están “a nivel de iglesia”, no quedando muy claro si se trata de un nivel bajo o alto (quizá dependa del tipo de iglesia). Suponemos que se refieren al ámbito o esfera de la iglesia de que se trate. Lo del nivel será algo que tendrán que alcanzar los miembros.
En fin, que no tengamos que decir como D. Quijote: “Con la Iglesia hemos topado”, ¡al menos gramaticalmente!
Demetrio Cánovas