Escuché por primera vez el nombre de Daniel Abad cuando empecé a trabajar en Editorial Peregrino, allá por el año 2011. Era un diseñador de la provincia de Alicante que nos preparaba algunas portadas de libros, y de vez en cuando escribía algún artículo para nuestra revista evangelística El Heraldo del Pueblo. No lo conocía, pero veía su trabajo.
Nacido en el año 1962, Daniel iba a cumplir 61 años dentro de poco. Sus abuelos habían emigrado a Francia, por lo que Daniel se crio en La Provenza hasta los 15 años, cuando la familia regresó a España, en el 1977, ubicándose en la Costa Blanca mediterránea, concretamente en Denia.
Fue por el año 2013, con la inminente jubilación del que fue en aquel entonces el director de Editorial Peregrino y también de El Heraldo, Demetrio Cánovas, que Daniel fue invitado a asumir la dirección de la revista. Sus responsabilidades eran la selección de los artículos e imágenes, el diseño, la maquetación, y preparar los archivos para la imprenta; es decir, hacía de todo.
Al asumir un servidor la dirección de Editorial Peregrino, empecé a trabajar más de cerca con Daniel. Y es cuando empecé a conocerle mejor. Era un hombre humilde, trabajador, cuidadoso y respetuoso. Cada tres meses me presentaba su selección de artículos, algunos traducidos por él desde el francés, y los comentábamos. A veces tuve que hacerle alguna sugerencia, a veces cuestionar un artículo o imagen; pero él siempre estaba dispuesto a escucharme y las razones que le daba.
A Daniel le encantaba su trabajo en El Heraldo del Pueblo, incluso lo hacía de forma voluntaria. En parte le gustaba porque le encantaba el diseño y la maquetación, que era su oficio, y lo hacía bien, muy bien. Y en parte le gustaba porque sabía que era una forma de ayudar a Peregrino, haciendo un trabajo que no podíamos hacer los empleados, entre otras cosas, por falta de tiempo.
Pero más que nada, a Daniel le gustaba preparar El Heraldo porque es una revista dedicada a la proclamación del evangelio, comprometida con anunciar el mensaje de la salvación, y cómo este mensaje influye en la sociedad y en las vidas de las personas. Daniel amaba al Señor, y quería que otros llegasen a conocerle; por eso dedicaba tanto tiempo desinteresadamente editando El Heraldo del Pueblo.
Damos gracias a Dios por la vida y el ministerio de Daniel Abad, que terminó tan inesperadamente el 7 de septiembre. Sin él, El Heraldo del Pueblo no sería lo que es hoy. Por su labor, miles de personas leyeron el evangelio, y no sabemos cuántos conocieron a Cristo como su Salvador. ¡Qué encuentro habrá sido al pasar Daniel por las puertas del cielo y escuchar a una y a otro decir, «Gracias Daniel, Dios usó tu trabajo en mi vida y ahora estoy aquí».
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