Las carreteras en Cuba son como ninguna otra que haya visto en la vida. Por no decir tener que «manejar» por ellas. Nuestro guía Jatniel nos dijo que íbamos a ir por la Carretera Central de Cuba. Yo ya había estada en esta carretera hace tres años, en la parte cerca de Habana, una autovía de tres carriles en cada dirección. Es verdad que en el primer carril se encontraban los que hacían autostop, y carros a caballo; y en el de la izquierda las personas que vendían la cosecha de su campo. Pero siempre quedaba el carril de en medio, con su baches y curvas, sí, pero no estaba de todo mal.
Claro, pero eso era al lado de Habana hace tres años. Esta mañana, después de cargar el coche con nuestra maletas (para cuatro personas) y 600 libros, después de buscar gasoil en la gasolinera más cercana que tenía existencias (a media hora de viaje), llegamos a la Carretera Central a unos 700 km de Habana. Una carretera sencilla, estrecha, con curvas. Una carretera llena de motos, bicis, carros a caballo, peatones, animales, y coches viejos y camiones cargados que apenas subían las muchas cuestas.
¡Y los baches! Baches de todo tipo. Baches profundos. Baches alargados. Baches con agua. Baches que cruzaban toda la carretera. Baches a tomar a 15 km/h. Y luego, sin hablar de los muchos kilómetros donde falta el asfalto por completo y puentes sin terminar en un carril. Total, unos 270 km, un viaje que duró unas seis horas de conducir, a una media de 45 km/h.
Me venían a la mente las palabras de la Palabra: «Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor». El camino del evangelio en Cuba es bien difícil, es angosto, lento y lleno de baches. Nuestra oración es ver al Señor poner el camino en obras, para enderezar y allanar el camino para que su precioso evangelio corra sin barreras por toda esta preciosa isla.
Mateo