Hoy llegaba a la casa la madre de nuestro anfitrión, Jatniel, con cara de alegría. «Mira lo que tengo», dijo metiendo su mano en la bolsa de la compra. Y sacó una barra de pan.
Esta tarde hemos salido a dar un paseo, y hemos podido ver las colas delante de las tiendas. No por estar en rebajas y que la gente tenga ganas de gastar el dinero, sino porque buscan con ansia cosas tan fundamentales como el pan.
Si es así en el ámbito físico, también lo es en el ámbito espiritual. Ayer prediqué por la mañana en la iglesia en Velasco. ¡Qué gozada! Predicar a personas que tiene hambre. Hambre del pan del cielo. Hambre del pan de vida.
Hoy lo mismo en la primera conferencia que hemos dado, aquí en la misma ciudad. Cuarenta pastores, algunos que habían viajado dos horas para estar aquí el día entero. Y llegaban buscando pan. El pan de la Palabra. Con hambre por saciarse en la Palabra de Dios. Deseo de satisfacer su apetito espiritual. Hemos podido entregarles libros por haber venido a las conferencias. Libros para ayudarles a avanzar en su ministerio.
Y estos libros producen tanto regocijo, o más, como la barra de pan. Que dure mucho este buen apetito por las cosas de Dios. Y que podamos desde Peregrino poder saciar su hambre con la buena literatura.
Mateo