Varias veces he predicado sobre Génesis capítulo 22, pero nunca me he quedado muy satisfecho. He usado a Abraham como un ejemplo de fe y obediencia, y claro, el texto habla de ello, pero me quedo buscando más. He hablado de Abraham dispuesto a entregar a su hijo como sacrificio, como tipo de Dios entregando a su Hijo por la iglesia. Otra vez, la idea está allí, pero termino pensando que se ha quedado corta la cosa.
El otro día, al leer la historia de nuevo, creo que di en el clavo. Había estado mirando al personaje equivocado. No es tanto Abraham, ni tampoco Isaac, sino el carnero, aquel pobre animal atrapado en el zarzal, quien es la clave hermenéutica de este pasaje. El animal que sí es el sacrificio que se ofrece en el Monte Moriah.
Primero, es un sacrificio necesario. Isaac iba a morir, es lo que Dios había pedido a Abraham (v. 2) y el hombre se lo estaba entregando. Isaac está allí, atado y colocado encima del altar, con el cuchillo de su padre en el cuello. No tiene futuro, ni esperanza; va a morir. Y así tengo que ver mi salvación y el sacrificio que hizo Cristo por mí. Estaba bajo la condenación de la muerte, sin esperanza, y Cristo murió por mí. Se entregó por mí en sacrificio necesario.
En segundo lugar, el carnero es un sacrificio divino, es decir, enviado por Dios. De alguna forma, Abraham lo esperaba, como vemos en sus palabras a sus siervos (v. 5) y a su propio hijo (v. 8): «Dios proveerá». Dios tenía que hacer algo, por mantener la línea del pacto en Isaac. Y lo hizo; envió el carnero, una solución divina, justo lo que hacía falta. Igual con el sacrificio del Cordero de Dios: no es la solución humana, sino divina, todo de Dios y nada del hombre.
También vemos que el carnero era un sacrificio sustituto. Isaac vive porque el carnero muere. Isaac baja del altar y el carnero ocupa su lugar. Las llamas consumen la carcasa del carnero mientras Isaac vuelve a casa con su padre. Como dice el himno, en estas palabras tan adecuadas para la celebración de la Mesa del Señor: «Uno hay que tomó muy lugar en la cruz». Vivo yo porque murió el autor de la vida en mi lugar.
Por ultimo (aunque hay mucho más que podríamos decir), es un sacrifico profético. Aquí tenemos un hito más en esta línea profética que empieza en Génesis 3:15 y pasa por lugares como la Pascua, los sacrificios del Tabernáculo y del Templo. Una voz que se oye cada vez más alta y clara, hasta llegar a los gritos magistrales de Isaías 53. Y todo culminó cuando vino el cumplimiento de los tiempos y el Padre envió al Hijo, para morir. Desde antes de la fundación del mundo Dios tenía un plan, un plan que sigue hoy: salvar a pecadores, redimir a su pueblo, librarnos de la muerte y llevarnos a la casa del Padre. Ese es su plan, y todo lo que pasa en mi vida y en la tuya forma parte de este gran plan divino.
Y ahora es cuando podemos volver a hablar de la obediencia y fidelidad de Abraham. Porque es lo que nos toca a cada hijo de Dios: obedecerle en lo que nos pide, y confiar en él cuando no lo entendamos.
Mateo Hill
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