El limbo sigue existiendo. A pesar de haber sido eliminado del dogma oficial de la Iglesia de Roma, hay pruebas contundentes de que sí existe el limbo. Me remito a las pruebas, que se encuentran mayormente en el Congreso de los Diputados en Madrid. Desde el 20 de diciembre de 2015, cuando España fue incapaz de decidir un gobierno, el país ha estado en un limbo político. Una segunda visita a las urnas en junio del presente año solo sirvió para confirmar la existencia de este limbo y abrir la posibilidad de que no sea un lugar de estancia temporal, como su primo el purgatorio.
Esta situación pone en peligro lo que se ha conseguido hasta ahora para salir de la crisis que España sufre desde hace ocho años (aquí resistimos otra referencia al purgatorio). El desempleo ha bajado del 27% al 20% y el PIB de 2016 se prevé en 3%, el doble de lo previsto por el Banco Central Europeo. Pero si la maquinaria del gobierno va a medio gas, ¿quién garantiza que se podrá mantener? El Ministerio de Obras Públicas ha gastado un 20% menos este año comparado con el año pasado, por falta de quien autorice nuevos proyectos.
A nivel internacional, España se encuentra en el punto de mira de todos. Y cuando miran es con algo de risa. Frente la seria posibilidad de tener que volver a las urnas una tercera vez, y en esta ocasión ¡sería el 25 de diciembre!, la BBC no puede resistir el chiste fácil de usar la palabra «pantomima» para hablar de la situación.
¡Pero estamos a salvo! Donde el pueblo tiene problemas para saber a quién votar, y el gobierno nacional tiene problemas a la hora de decidir qué aliados políticos convienen más, el camino a seguir lo están marcando 195 pueblos a lo largo y ancho de España. Estos municipios saben quiénes son sus gobernadores, ya que tienen alcaldes y alcaldesas perpetuos. Han nombrado a su Virgen o su Cristo para que ocupe el lugar del edil del pueblo a perpetuidad.
¿Por qué no lo hemos pensado antes? Dejémonos de rollos de votaciones, elecciones, campañas y negociaciones; y nombremos a la Virgen del Pilar como presidenta perpetua de las Españas para siempre. Nadie tendría que votar más en la vida.
Solo hay un problema. Puede ser que siendo España un país aconfesional alguien levante la voz y empiece a usar palabras como «anticonstitucional». Aunque, pensándolo bien, si en 195 pueblos no es anticonstitucional, ¿por qué lo va a ser para todo el país?
Mateo Hill
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