Introducción
El 10 de mayo de 1816 nació en Macclesfield, Cheshire, Inglaterra, uno de los autores evangélicos más valorados: el obispo anglicano de Liverpool Juan Carlos Ryle. Es incontable el número de personas que se han beneficiado de sus escritos a lo largo de los años. En su propia época fue muy apreciado por sus propios contemporáneos. Spurgeon lo consideraba como «el mejor hombre que había en la Iglesia de Inglaterra». En nuestros días, Ryle fue recomendado muy efusivamente por autores de la talla de Jim Packer y Martyn Lloyd-Jones, entre otros. Sus obras han sido traducidas a muchos idiomas, entre ellos al español. Es bueno aprovechar los doscientos años de su nacimiento para preguntarnos sobre algunas de las razones que han hecho que sus libros hayan tenido tanta popularidad en el pueblo evangélico. Es igualmente interesante que podamos extraer algunas lecciones de su obra que puedan ayudarnos a nosotros hoy. Y es que muchas de las cuestiones que preocuparon a Ryle, y las respuestas que dio, siguen siendo muy relevantes hoy. Pero, de entrada, repasemos por un momento su vida.
Breve bosquejo biográfico
J. C. Ryle procedía de una familia que había prosperado económicamente. Las empresas de su abuelo y su padre habían tenido mucho éxito comercial. Con el tiempo, su padre entró en un negocio bancario que resultó también muy floreciente. Juan Carlos, que era el hijo mayor, pudo por ello estudiar en prestigiosos lugares como Eton y, posteriormente, en Oxford. Ryle se convirtió al evangelio en 1837. Hasta ese momento había recibido las verdades del cristianismo de una manera externa y nominal, pero en el verano de ese año experimentó el nuevo nacimiento del que habla Cristo en Juan 3. De su testimonio, que dejó plasmado para sus hijos en un escrito de naturaleza autobiográfica, destaca su profunda convicción de pecado, lo precioso que le resultó entonces Cristo, y el gran valor de la Biblia para orientar su vida. Pero la bancarrota azotó a su familia en 1841, perdiendo tanto su casa como toda la fortuna familiar. Este acontecimiento marcará su vida de una manera muy especial, pues ese mismo año Ryle toma la decisión de entrar en el ministerio de la Iglesia de Inglaterra. Su primer pastorado comenzó en 1842 en Fawley, Hants, aunque a lo largo de su vida pastoreó congregaciones en otros muchos lugares de Inglaterra. En 1845 se casó con Matilda Plumptre. Este año es igualmente importante porque comenzó a publicar sus primeros tratados, que luego, agrupados, formarían los capítulos de sus muchos libros. Su primera hija, Georgina, nació en 1847. Al año siguiente muere su mujer. En 1850 se volvió a casar. Su nueva esposa, Jessy Walker, le dio cuatro hijos: Isabelle, Reginald, Herbert y Arthur. En 1851 comenzó la publicación de sus tratados y mensajes en forma de libro. A los diez años de su segundo matrimonio y después de una larga enfermedad, falleció también su segunda esposa. En 1861 se vuelve a casar con Henrietta Clowes. En 1865 aparece el volumen de Juan de su Comentario Expositivo de los Evangelios. Este será el primero de una serie sobre los cuatro evangelios, que forma parte de las obras más apreciadas por los numerosos lectores de Ryle. En 1868 aparece su libro sobre Los Líderes Cristianos del siglo XVIII. Ryle es muy conocido ya, por lo que recibe muchas invitaciones para predicar en otros muchos lugares de Inglaterra como Oxford, Londres y Cambridge. Entre los años 1877 y 1879 aparecerán sus obras más famosas, entre ellas La Santidad o Sendas Antiguas. Con 63 años es elegido primer obispo de Liverpool. En 1889 muere su tercera esposa. Diez años después predica su último sermón, muriendo el 10 de junio de 1900 en Lowestoft, Inglaterra.
La importancia crucial de la historia
La primera lección que podemos aprender de Ryle tiene que ver con la historia. Hemos de recordar que la fe cristiana es una fe histórica. Dios se ha revelado a nosotros, en el tiempo y en el espacio, por medio de personas que vivieron y acontecimientos que han tenido lugar en la historia. Es más, las Escrituras abundan en exhortaciones a no olvidar la historia de la intervención de Dios a favor de su pueblo: Deuteronomio 5:15; 7:18; 15:15; 24:18, etc. Uno de los pasajes que más me gustan en ese sentido es el de Josué 4, en el que el sucesor de Moisés ordena que un representante de cada una de las tribus de Israel recoja una piedra del lecho del Jordán, v. 5. Josué las tomó y con ellas levantó en Gilgal un memorial para las generaciones futuras, vv. 20,21. Su propósito era recordar que Dios, como había hecho con el Mar Rojo anteriormente, secó el Jordán delante de su pueblo, vv. 22,23, para que así pudieran pasar a tomar posesión de la Tierra Prometida. Así el pueblo no olvidaría que fue por la mano poderosa de Dios que pudieron pasar el Jordán y, de esa manera, no se apartaría de él, v. 24.
De la misma manera, Ryle creía imprescindible recordar la historia de la Reforma Protestante del siglo XVI, a los puritanos, a los que consideraba como los expositores bíblicos más fieles a la «mente de la Escritura» y el Gran Despertar Evangélico del siglo XVIII con aquellos grandes hombres que Dios levantó entonces como Jorge Whitefield y los hermanos Wesley, entre otros muchos. Era importante hacerlo, porque, como Israel en el pasado, es fácil olvidar que esos acontecimientos fueron actos poderosos y significativos de Dios a favor de su pueblo. Los escritos del obispo evangélico están imbuidos de los principios de la Reforma. Vemos la ascendencia de la Reforma en Ryle en su clara denuncia de los peligros del catolicismo romano para la salud espiritual de las almas. Pocos autores se expresan con tanta perspicacia acerca de las enseñanzas de la Iglesia católica romana. La impronta puritana está igualmente presente en su obra, en su riguroso análisis de los textos bíblicos y en la aplicación de esa enseñanza a la vida de los creyentes. El avivamiento aparece también en sus escritos, no solo recordando a aquellos líderes del mismo sino incluso por medio de su estilo práctico y directo que recuerda también a los predicadores del Gran Despertar. La primera lección, pues, que nos transmite Ryle es la de no olvidar nuestra identidad evangélica. Ryle prestaba mucha atención a la Reforma en Inglaterra y a los hombres que Dios levantó en esa época. También escribió sobre los predicadores del avivamiento. No quería que sus compatriotas olvidaran lo que Dios había hecho por el Reino Unido. En cuanto a nosotros, es imprescindible leer acerca de nuestra historia evangélica, conocer bien nuestro pasado: la Reforma en Europa, pero también la Reforma en España y lo que pasó con ella.
Doctrina y vida
A lo largo de su ministerio pastoral como predicador y escritor, Ryle no dejó de subrayar que la naturaleza esencial del cristianismo es asimismo doctrinal. Para Ryle, la importancia de la Reforma Protestante, del puritanismo o del Gran Despertar radicaba en el hecho de que fueron movimientos del Espíritu de Dios en los que se redescubrieron y se mostró la pertinencia para la vida cristiana de las doctrinas esenciales de las Escrituras. Y este es justamente el otro aspecto que creo que muestra la actualidad de Ryle en nuestros días: el acento que puso en la doctrina y el fin práctico que tiene. Pero la doctrina no es un mero conocimiento frío y seco, académico, de las enseñanzas de la Biblia. Es, fundamentalmente, la manera en la que el Dios vivo actúa en su pueblo, para salvarlo y transformarlo. La doctrina, por la presencia del Espíritu Santo, trae vida espiritual. Este aspecto es muy claro en las Escrituras; la fe tiene un contenido que confesar y que Dios usa para hacernos bien: 1 Timoteo 4:13-16; 2 Timoteo 1:13,14; 1 Juan 4:1-6; Romanos 10:8-14, entre otros. La doctrina tiene un fin práctico, nos salva y nos santifica, haciéndonos útiles para la gloria de Dios: Romanos 6:17-19.
En ese sentido, la Reforma fue una vuelta a las enseñanzas de las Escrituras que habían quedado enterradas y marginadas por la Iglesia medieval. Los puritanos mostraron también la amplitud y profundidad de la Biblia y cómo se aplica eficazmente en la vida cotidiana. Los predicadores del Gran Despertar demostraron cómo la proclamación del evangelio puede, con la bendición de Dios, salvar a muchos e, incluso, cambiar el curso de las naciones. Ryle temía que se pudiera abandonar estas enseñanzas que tantas cosas buenas habían traído, por lo que una y otra vez advirtió en su ministerio acerca de los peligros de olvidar la gloria de la fe cristiana. En esto Ryle reflejaba la exhortación de Pablo en Hechos 20:28-32. De la misma manera, nosotros hoy hemos de tener claro que las diferencias con el catolicismo romano son doctrinales. No podemos despistarnos en cuanto a lo que creemos y las razones por las que lo creemos. Asimismo debemos hacer hincapié en la importancia práctica de la doctrina. Tenemos que ser diferentes, la conversión tiene que notarse en nuestras vidas. Ese es el gran legado del puritanismo que Ryle renovó y enfatizó constantemente en su ministerio. Al mismo tiempo, debemos fomentar la pasión por extender el evangelio, una nota distintiva de los tiempos de los avivamientos.
Nada mejor, pues, que leer los mismos escritos de Ryle para beneficiarnos de las doctrinas bíblicas y de su pertinencia para nuestras vidas cristianas. A diferencia de otros buenos autores, hay bastantes títulos de Ryle en español, por lo que es relativamente fácil tener acceso a los mismos. Su estilo llano y directo, partiendo siempre del texto bíblico, hace que sea una delicia leerle. Ryle siempre reta a sus lectores y eso siempre nos resultará conveniente.
José Moreno Berrocal
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