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Blog

La Victoria

Por 29 marzo, 2016Sin comentarios

OH, DIVINO REDENTOR

Grande fue tu bondad
al llevar a cabo mi redención,
al consentir que se te convirtiera en pecado por mí,
al vencer a todos mis enemigos.

Grande fue tu fuerza
al soportar la aflicción de la ira divina,
al cargar con mis iniquidades.

Grande fue tu amor
al manifestarte vivo,
al mostrar tus llagas sagradas,
para que todo temor desapareciera y toda duda quedara despejada.

Grande fue tu misericordia
al ascender al Cielo,
al ser coronado y entronizado
allí para interceder por mí,
allí para socorrerme en la tentación,
allí para abrir el libro eterno,
allí para recibirme por fin en tu seno.

Grande fue tu sabiduría
al idear este camino de salvación.

Baña mi alma en los ricos consuelos de tu vida resucitada.

Grande fue tu gracia
al ordenarme acudir al Padre de tu mano,
para estar unido por siempre a él,
para encontrar mi descanso en él,
para encontrar mi paz en él,
para contemplar su gloria,
para honrar al único que es digno de ello;
al ofrecerme al Espíritu como maestro, guía y fuerza para
que pueda vivir arrepintiéndome del pecado,
vencer a Satanás
y encontrar la victoria en la vida.

Cuando estás ausente, todas las desdichas están presentes;
Cuando estás presente, disfruto de todas las bendiciones.

 

Cita de El Valle de la Visión
Arthur Bennett (Estandarte de la Verdad, 2014)

 

 

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Mateo Hill

director@editorialperegrino.com

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