Dos hombres y una corona
Dos reconocimientos, dos países, dos continentes, dos épocas y, por último, dos hombres: hablamos de Martín Lutero y Billy Graham. Aunque no suelen oírse sus nombres en una misma oración, en estos últimos días Protestante Digital ha anunciado reconocimientos oficiales a estos dos siervos de Dios.
Martín Lutero
Martín Lutero, hombre usado por el Señor como parte del gran movimiento de la Reforma del siglo XVI, ya tiene una plaza que lleva su nombre en la ciudad de Roma. Con buenas vistas al Vaticano y con el visto bueno de la Iglesia católica romana, la Piazza Martin Lutero luce su cartel con la explicación para los que no lo saben de que Lutero fue «teólogo alemán de la Reforma». Así que la ciudad que quinientos años atrás inspiró al monje germano a rechazar las indulgencias le da su propia indulgencia personal.
Billy Graham
Billy Graham, el destacado evangelista del siglo XX, nacido en una granja humilde en Carolina del Norte (Estados Unidos), ha llegado a visitar 185 países con el propósito de anunciar el evangelio de salvación en Jesucristo. Conocido por sus campañas evangelísticas a gran escala, ha sido oído por millones de personas durante su vida, desde los más humildes hasta los más poderosos. Amigo de presidentes, hay quien dice que llegó a ser el segundo hombre religioso más poderoso en el planeta después del Papa. Y ahora su estatua va a lucirse en el Capitolio estadounidense, la sede física del poder legislativo americano que alberga las dos cámaras del Congreso.
Dos siervos de Dios
Dos hombres, pues, que reciben un reconocimiento público, oficial, por sus labores cristianas. Dos hombres no exentos de polémica, incluso dentro de círculos evangélicos y reformados. En el caso de Lutero sería su doctrina de la consustanciación o su antisemitismo, mientras que en el caso de Graham hay quien apunta hacia su ecumenismo y su «evangelio fácil». Todos tenemos nuestras flaquezas, ¿verdad?
Por un lado, podemos decir que es de justicia que hombres que hicieron tanto sean reconocidos con honores. Hay tanta gente pagana que recibe aplausos y fama a pesar de –y, muchas veces, a causa de– su inmoralidad, impiedad y maldad. Ya está bien que de vez en cuando los buenos sean reconocidos como tales. Máxime si durante su vida han sido objeto de insultos, desprecio y persecución.
Solo a Dios la gloria
Por otro lado, los creyentes no tenemos que buscar el reconocimiento de nadie más que de nuestro Padre celestial. Todo debe ser para su gloria y no para la nuestra. Es cierto que al hacer las cosas para la gloria de Dios, muchas veces nuestro trabajo es admirado por los inconversos. Pero si recibimos o no el reconocimiento de nuestros iguales en la tierra es indiferente; lo que nos importa, nos conmueve y nos constriñe es escuchar algún día aquellas palabras: «Bien, buen siervo y fiel, entra». Recibiremos nuestra corona allí en la presencia de Dios y luego la echaremos a los pies del Rey de reyes. Si no voy a recibir esta corona, ninguna plaza a mi nombre o estatua en mi honor me sirve de nada.
Por cierto, la estatua de Billy Graham no podrá ser instalada en el Capitolio hasta después de su muerte. Para aquel entonces ya tendrá su galardón. Lutero ya tiene su corona desde hace 469 años. Y a ti, ¿qué te espera tras tu muerte?
Mateo Hill administracion@editorialperegrino.com