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¿Museos evangélicos?

Por 24 marzo, 2015Sin comentarios

¡Por fin he regresado! ¡Sí, ya estoy en casa! Después de 22 días fuera y de 4000 km conduciendo con el volante cambiado, he vuelto sano y salvo de la tierra de la comida mala y la cerveza tibia (según algunos).

El motivo de mi viaje es que mi esposa y yo pertenecemos a una misión que nos apoya para estar en el ministerio de Editorial Peregrino, y esta misión vive nutrida de las aportaciones de iglesias y particulares. Así que cada dos o tres años es necesario dar una vuelta por las Islas Británicas para informar a las iglesias que, humanamente hablando, hacen posible nuestra estancia en España.

Llevo 24 años visitando algunas de esas congregaciones. Es de agradecer tanto a los creyentes como al Señor la fidelidad de estas iglesias que, a veces en situaciones precarias, ofrendan como la viuda con sus dos blancas. ¡Cuántos ministerios e iglesias en España dependen para su existencia y buen funcionamiento del apoyo extranjero!

Cambios

Al haber visitado muchas de estas iglesias durante bastantes años, uno va notando los cambios. Hay iglesias que parecen cambiar de pastor cada tres años. Luego tenemos las iglesias que son de una ciudad universitaria y parece que en vez de cambiar de pastor, ¡cambian de congregación cada tres años! Cambia lo que cantan, los instrumentos usados, la versión de la Biblia, el formato del culto y hasta la forma de vestir.

Ha sido una gozada ver que en algunas iglesias ha habido crecimiento y avance. Mi última reunión en esta reciente visita ha tenido lugar en la iglesia a la que mi esposa y yo asistimos durante nuestro tiempo en el seminario. Una iglesia pequeña en aquel entonces, con unos veinte miembros, que durante nuestros 3 años allí consiguió reemplazar su «tabernáculo» de madera y construir un pequeño «templo» permanente. Ahora, casi treinta años después, el edificio se ha quedado pequeño y se plantean construir de nuevo en ese pueblo de 4000 habitantes.

Observaciones

Cuando me planteo el por qué ha crecido (sin ningunear, por supuesto, la soberanía de Dios) puedo observar varias cosas. Primero, en el orden que se me ocurren al escribir, el pastor lleva dieciséis años en la iglesia. Un pastorado largo te permite como pastor conocer bien a tu congregación; creo que me costó por lo menos cinco años conocer a mi primera congregación. Te hace tratar todo el consejo de Dios, salvo que cada dos años repitas tus temas favoritos. A la vez te da bastante oportunidad para ganar la confianza de los de fuera, en especial en un pueblo o un barrio bien definido. No eres el cura protestante de turno, sino alguien que vive allí, que se interesa por las cosas de allí.

Al observar esta iglesia veo que ha crecido por las dos vías tradicionales: por conversión y por transferencia. Aunque, a fin de cuentas, la primera está en las manos del Señor, las dos guardan una relación muy estrecha con la fidelidad a la hora de predicar la Palabra de Dios. Cuando los inconversos entran en el edificio, siempre escuchan el evangelio; y las personas que no reciben alimento sólido en sus propias congregaciones lo encuentran allí servido todos los domingos.

Una última observación es que es una iglesia que no sigue la última moda. No está siempre buscando lo más novedoso, la última formula mágica, no es puntera en nada. Pero crece.

Sí, es una iglesia que ha cambiado en los últimos treinta años. Una iglesia que no sigue con las mismas batallas que hace décadas. No parece una cápsula del tiempo.  Al entrar allí, no parece que has entrado en un museo.

¿Cambiemos?

No abogo por el cambio por cambiar. Dios nos llama a ser fieles, como hemos comentado arriba. Pero a la vez, somos llamados a vivir nuestra fe hoy. No hay mérito en crear culto a nuestros antepasados en la fe o a los fundadores humanos de nuestras congregaciones. De todos los lemas de los Reformadores, como las «solas» que quizás son las únicas palabras que sabemos en el latín, a veces olvidamos «reformados, siempre reformándose». Soy el primero en defender las grandes verdades y doctrinas de la Reforma del siglo XVI. Sin embargo, no creo que esto quiera decir que viva en un mundo eclesial anacrónico.

Equilibrio

Aquí en Editorial Peregrino vemos necesario el equilibrio. Nos conocen como los que publican a los autores antiguos, los puritanos, los de antes. Es importante aprender del pasado y de los que saben mucho más que nosotros. Pero a la vez, es necesario aplicar nuestra teología a los tiempos en que vivimos. El Antiguo Testamento es, entre otras cosas, un relato de cómo el Pueblo de Dios vivía su fe en la sociedad y los tiempos que les tocaba. Somos llamados a hacer lo mismo. Y para eso necesitamos la ayuda de escritores y pensadores, pastores y teólogos que viven hoy y que se enfrentan a los mismos problemas y presiones que nosotros. Es decir, ¡no te sorprendas de que Peregrino empiece a publicar a más autores vivos!

Total, hay iglesias que crecen, hay otras que no. En última instancia, es nuestro Dios soberano el que da el crecimiento. Pero en lo que nos concierne a nosotros, evitemos convertir la Casa de Dios en un monumento. Los mausoleos no son lugares de vida, solo huelen a moribundo. Que vivamos nuestra fe en el 2015, no en un museo.

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Mateo Hill   mateo@editorialperegrino.com

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