Te quiero, papá
«Te quiero, papá». A cualquier padre le gusta escuchar estas palabras. Mucho más si es como las escuché ayer. Ayer, domingo, en la piscina me abrazó mi hijo y me susurró en el oído la frase —Te quiero, papá. No era la primera vez que lo había dicho. Ni tampoco estamos hablando de un niño de 3 años que está empezando a hablar. Mi hijo mayor, Thomas, tiene 19 años, y ayer se bautizó.
¡Rayos y truenos!
No solo se bautizó mi hijo, sino eran seis de la iglesia en total. Eso en sí era un problema, porque el local de la iglesia se llena un domingo normal, sin contar con todos los invitados que iban a acompañarles en un día tan señalado. Así que conseguimos el uso de una piscina pública al aire libre para celebrar los bautismos a las ocho de la tarde cuando se cerraba el recinto al público. A las seis salimos de casa mi otro hijo y yo para montar el equipo de sonido, y al llegar al recinto vemos las nubes, nubes negras y grandes, que a los pocos minutos empezaron a descargar su cargamento líquido en cantidades industriales. Lluvia, viento, truenos y rayos —¿cómo íbamos a poder montar el equipo, mucho menos celebrar un bautismo al aire libre?—. Tan feroz fue la tormenta que el tren de alta velocidad que pasa por la zona tuvo que parar y esperar. Y yo preocupado, orando al Señor: «¿Cómo vamos a poder seguir? ¿Tendremos que enviar a la gente a casa? ¿Nos mojaremos todos? Señor, creo que quieres que se celebre este acto de testimonio así que te pido que pares la tormenta, si es tu voluntad». ¡Y se paró!
El chico raro
¡Cuán grande es nuestro Dios! Tuvimos media hora escasa para montar todo, y en seguida empezó el culto con la presencia de más de 200 personas. Tras un cántico y una oración, empezaron los testimonios. Por supuesto, su madre y yo prestamos una atención especial a las palabras de nuestro primogénito. El chico raro por tener padres británicos misioneros que los domingos tenía que ir a la iglesia para escuchar los interminables sermones de su padre que era el pastor, contó como un domingo, con siete años y tras un sermón más de su padre, entendió su necesidad de pedirle perdón a Dios y ser salvo por la sangre de Cristo. Contó sus luchas por las mudanzas de sus padres, los años difíciles de la adolescencia, y la fiel obra de Dios en su vida guardándole en la fe.
Padre privilegiado
Habiendo los seis dado testimonio y con la noche acercándose más, el pastor de la iglesia y un servidor pasamos al agua para para recibir y bautizar uno por uno a los seis. El pastor bautizaba a cinco, entre ellas su hija menor, pero dejó paso a que Thomas fuera bautizado por su padre. Y pasando por las mismas emociones que mi propio padre hace más de treinta años, procedí a acompañar a mi hijo en su pública profesión de su fe personal. ¡Qué privilegio para un padre!
Hijo en la fe
«Thomas, ¿confías en el Señor Jesucristo como tu único y suficiente Salvador?» «¡Sí!» «Thomas, ¿te comprometes a servir a Dios fielmente?» «¡Sí!» «Entonces, Thomas Matthew Hill, hijo según la carne e hijo en la fe, te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» Y al levantarse mojado del agua, fundidos los dos en un dulce abrazo, intercambiamos nuestros “te quieros”.
Eso de ser padre…
Hace casi 20 años que empecé a ser padre. Y todavía lucho con ello. Sé que no soy el mejor padre del mundo. Sé que he fallado a mis hijos. Sé que no sigo el modelo bíblico que Dios nos da para ser un buen padre. A veces me parece imposible que mis hijos aprendan algo positivo de mi vida y ejemplo. Soy consciente de que han sufrido por ser hijos de protestantes en un pais ‘católico’, por ser hijos de un pastor —yo lo soy y sé lo que digo—, por ser hijos de misioneros y ser extranjeros estén donde estén, y que todas estas cosas pueden servir para alejar a uno de las cosas del Señor.
Dios sigue salvando
Pero Dios es bueno. Dios es grande. Es un Dios de amor, gracia y misericordia. Es un Dios que sigue obrando en cada generación para salvar a los suyos. Un Dios que sigue levantando a los que van a coger el testigo para ser estos testigos que su generación necesita.
Estimado lector, perdóname si este blog parece algo personal. Mi única intención es glorificar a Dios. Estoy maravillado y mi corazón rebosa gratitud a mi Señor por quién es y por lo que ha hecho. Te invito a bendecir al Señor conmigo. SOLI DEO GLORIA.
Mateo Hill administracion@editorialperegrino.com