¿Cuándo dejarán de ser «nuevas» las noticias?
Ser evangélico siempre conlleva la posibilidad de ser tildado de arcaico. Tanto nuestra fe como nuestro mensaje son milenarios. Estamos, además, en contra de innovaciones doctrinales, pues, como decía Spurgeon, lo único nuevo en teología es lo falso: la verdad ya se conoce desde siempre.
La acusación de arcaísmo es, pues, con frecuencia, infundada. Nuestro mensaje es el más pertinente y actual que se conoce porque no va dirigido a las circunstancias transitorias del hombre sino a su carácter más esencial.
Existe, sin embargo, el peligro de posturas arcaizantes en cuanto al vehículo del mensaje: no con respecto a la Palabra sino a las palabras que la transmiten.
Se mantiene lo obsoleto
Esto es una falta común de las traducciones antiguas de la Biblia que, al ser consideradas sacrosantas, son las únicas que se utilizan en algunos lugares, pero que necesitan no sólo ser predicadas sino también interpretadas por los predicadores. ¡Cuántos de estos gastan un tiempo precioso explicando palabras y expresiones que han quedado obsoletas!
Quizá por la razón anterior, existe la tendencia a utilizar vocablos arcaicos aun fuera del contexto de la predicación y hasta en el contexto de la evangelización, cuando el lenguaje debe ser lo más contemporáneo posible.
Las nuevas de mediodía
Una de tales expresiones que se resiste a tener una muerte digna es la “buena nueva” (referida al Evangelio), que algunas iglesias han perpetuado hasta en la fachada de sus capillas o en el título de sus actividades. Todos sabemos que significa “buena noticia” y así es como se expresa la gente de hoy. A ninguna televisión se le ocurriría jamás anuncias las “Nuevas de las 3” (ya sean estas buenas o malas) o las “Telenuevas” de cualquier otra hora. ¿Por qué nos empecinamos, pues, los evangélicos en expresarnos de forma que damos la impresión de ser de otro siglo (además de ser de otro mundo)?
Es bien sabido que los autores del Nuevo Testamento utilizaron no el griego literario ático del mundo de la cultura, sino el coiné (gr. koiné) que se hablaba en la calle. ¿Habla de nuevas el hombre de la calle del siglo XXI?
En cualquier caso, las noticias del Evangelio no son nuevas: ¡tienen ya dos mil años y, según qué cómputos, más de cuatro mil!
Demetrio Cánovas director@editorialperegrino.com
Este artículo pertenece a la serie “La Palabra y las palabras»