Presuntos Involucrados
Recuerdo un término que se empezó a escuchar (en su sentido evangélico) hace ya más de veinte años: el verbo involucrar. Se decía (y, por desgracia, se sigue diciendo) que los cristianos debemos involucrarnos en distintas actividades, que un verdadero cristiano no sólo debe profesar serlo sino que también debe estar involucrado.
Quizá como una traducción del término inglés involve –que nuestros intérpretes encontraron fácil de utilizar por su similitud– su uso comenzó a extenderse y ser usado aun por los que no conocían el idioma original, pero que sí debían conocer el propio.
Porque según el Diccionario, involucrar (aparte de una tercera acepción menos utilizada) significa “abarcar, incluir, comprender” o bien “complicar a alguien en un asunto, comprometiéndolo en él”, y no creemos que los hermanos tengan estas ideas en mente al utilizar la palabreja. No resulta nada atractivo que nos inviten a complicarnos en el asunto de la evangelización, por ejemplo; ¡bastante tenemos con participar! La Biblia de las Américas, por ejemplo, utiliza bien el término cuando traduce 1 Juan 4:18 “el temor involucra castigo”, es decir, lo incluye o conlleva.
Pero hablar de una persona involucrada tiene unas connotaciones peyorativas que sería preferible no transmitir. ¿Tan difícil es comunicar la idea hablando de estar envueltos, metidos o comprometidos? Creo que utilizando esos términos, los españoles nos entenderán mejor, aunque sigan rechazándonos.
No demos, pues, la impresión de que somos unos “presuntos involucrados”, que bastante tenemos con las demás calumnias que nos levantan.
Demetrio Cánovas director@editorialperegrino.com
Este artículo pertenece a la serie “La Palabra y las palabras“