John Owen: Príncipe de los teólogos puritanos
Aunque no hay mucho traducido de John Owen al castellano, sería un inmenso error dejar pasar de largo el cuatrocientos aniversario de su nacimiento, nació en 1616, sin hacernos eco de su vida y teología. Spurgeon no se equivocaba al llamarle el Príncipe de los Puritanos. Y es que el pensamiento de Owen se puede comparar con el de Tomás de Aquino y Juan Calvino. Estaríamos ante uno de los más grandes de los teólogos sistemáticos del cristianismo y, sin duda alguna, el gran téologo puritano. Su relevancia está en su enfasis teológico y práctico combinados de una manera insuperable, y que ha seguido influenciando al cristianismo hasta nuestros días. Owen era, al igual que Lutero, ante todo, un pastor y su teología buscaba ayudar espiritualmente a los creyentes de las iglesias en las que ejerció su ministerio. Parece se que fue el gran John Wesley el primero en volver a publicar parte de sus obras en 1750. Son inmunerables los teólogos evangélicos actuales que reconocen una deuda de gratitud con Owen. Desde Jim Packer y Martyn Lloyd-Jones hasta Sinclair Ferguson. También influyó mucho en A.W. Pink y el célebre mártir misionero Jim Elliott. Mi interés en Owen data de mis primeros años como creyente. Recuerdo como gasté ¡una parte sustancial de mi primera nómina como profesor en la adquisición de sus obras completas! (Estas habían sido publicadas por la gran editorial inglesa The Banner of Truth Trust en 1965 siguiendo una edición de las obras de Owen de 1850-1853) Desde entonces no he dejado de leer sus libros con creciente admiración y beneficio por su inigualable capacidad de mostrar la profundidad de las Escrituras y su inusitada pertinencia.
BREVE PINCELADA BIOGRÁFICA
John Owen nació en 1616, el mismo año en el que murió William Shakespeare y nuestro Miguel de Cervantes, en Stadhampton cerca de Oxford en Inglaterra. Era hijo de un pastor anglicano con claras inclinaciones hacia el puritanismo. Es decir, su padre pertenecía a un grupo creciente de pastores que estimaban que la Iglesia de Inglaterra tenía que continuar reformándose, a la luz de la Escritura, mucho más de lo que lo había hecho hasta ese momento. El anhelo de los puritanos se identificaba con el modelo de la iglesia que se podía ver en Ginebra. Desde muy joven, Owen despuntó por sus habilidades intelectuales que le llevaron a la Universidad de Oxford con tan solo 12 años. Después de graduarse y doctorarse con 21 años, trabajó como tutor privado en las casas de Robert Dormer y Lord Lovelace. En 1642 se encuentra ya en Londres. Escuchando allí, un mensaje sobre las palabras de Mateo 8.26: “El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza” Owen obtuvo, aparentemente por primera vez, seguridad de salvación. Esto le llevó, posteriormente, a escribir con gran sensibilidad pastoral sobre este tema. Un asunto, por cierto, de gran importancia tanto entonces como ahora como puede observarse por el tratamiento del mismo en el capítulo 18 de las grandes Confesiones de Fe puritanas de esa época: la de Wesminster de 1647 la Bautista de 1689 y la de Savoy de 1658.
Owen ejerció su primer pastorado en Fordham en Essex desde 1643 hasta 1646. El ministerio en esta iglesia anglicana sigue siendo evangélico en la actualidad. Su primer hijo nace al año siguiente, fruto de su matrimonio con Mary Rooke en ese mismo año, y que le daría 11 hijos, ninguno de los cuales le sobrevivió. Su esposa procedía de otro precioso pueblo de Essex llamado Coggeshall donde Owen también trabajó como pastor desde 1646. Fue aquí donde escribió uno de sus grandes libros: La Muerte de la Muerte en la Muerte de Cristo, una obra que trata la doctrina de la redención particular. El contexto de su ministerio pastoral en esos momentos es también el de la Guerra Civil inglesa entre los partidarios del Rey Carlos I y el Parlamento. Owen que estaba del lado del Parlamento, pudo, en 1648, comprobar de primera mano los horrores de esa contienda civil en el cerco a la ciudad de Colchester que está a solo 8 kilómetros de Coggeshall. Tuvo la ocasión de predicar a las tropas del general Fairfax sobre Habacuc 3.1-9. También allí entabló amistad con el cuñado de Oliver Cromwell, Henry Ireton. La causa del Parlamento acabó triunfando llevando incluso a Carlos I al patíbulo acusado de alta traición contra la nación inglesa. El rey murió decapitado en Whitehall el 30 de enero de 1649. La prueba de la estima pastoral en la que se tenía a John Owen en aquellos momentos se aprecia con toda nitidez en el hecho de que fue elegido para predicar ante el Parlamento al día siguiente de la ejecución de Carlos I. Owen predicó sobre Jeremías 15.19,20. En abril volvió a predicar ante el Parlamento sobre Hebreos 12.27. Este segundo sermón ante el Parlamento sirvió para que Owen conociera al gran general puritano Oliver Cromwell (del que, por cierto, hay una magnífica película de 1970 en la que Richard Harris hace de Cromwell y Alec Guinness del Rey Carlos I de Inglaterra) Parece ser que Cromwell se dirigió a Owen con estas palabras: “eres la persona con la que quisiera establecer una amistad”. “Esto” contestó Owen “me beneficiará a mi más que a vos” le dijo. “Ya veremos” exclamó Cromwell. El general puritanos se lo llevó consigo a Irlanda donde Owen pudo predicar en Dublin, no solo a los doce mil soldados del ejército puritano, sino también a la población local. También acompañó al ejército a Escocia, donde llegó a predicar en la iglesia de St Giles, situada en la llamada Royal Mile de Edimburgo, y en la que había predicado repetidamente el gran reformador de Escocia John Knox.
En 1651 se convierte en Deán de la Christ Church en Oxford. Al año siguiente es también Vicecanciller de la Universidad. Es aquí donde predicó unas series de mensajes sobre la mortificación del pecado basados en Romanos 8.13 y la tentación sobre Mateo 26.41. Al final aparecieron en forma de libro, mostrando la eminente teología práctica que le caracterizará siempre como autor. En 1553, el año en el que Cromwell es nombrado Lord Protector, John Owen alcanza el grado del Doctor en Teología por la Universidad de Oxford. En 1657 escribe una de sus obras más distintivas sobre La Comunión con Dios. En aquellos tiempos turbulentos, pasaron por la universidad de Oxford, además de otros grandes predicadores como Thomas Goodwin o Steven Charnock, figuras tan importantes como el gran arquitecto Christopher Wren, William Penn, el fundador del estado norteamericano de Pennsilvania y el filósofo John Locke. En el mismo año en el que murió Cromwell, 1658, Owen forma parte del equipo pastoral que redactó la famosa Confesión de Fe de Savoy de carácter congregacional.
En mayo de 1660 se restaura la monarquía inglesa con Carlos II. En agosto de 1662, unos 2000 ministros puritanos abandonan el ministerio de la Iglesia de Inglaterra por motivos de conciencia, aunque algunos como William Gurnall célebre autor de La Armadura Completa del Cristiano permanecieron en la misma. A Owen se le ofreció un obispado e, incluso, que se hiciera cargo de la presidencia de la Universidad de Harvard en América, pero declinó ambas posibilidades. Después de la gran plaga de 1665 y el fuego que asoló Londres en 1666 y que fueron vistos por muchos como un juicio divino, Owen pudo volver a la metrópoli inglesa donde su iglesia se congregó en Ladenhall Street. Sus obras sobre El pecado que mora en el creyente, basado en Romanos 7,21,24,25, su Exposición sobre el Salmo 130 o su inmenso comentario sobre la Epístola a los Hebreos son de esta época. También reanudó su ministerio pastoral en Londres, al mismo tiempo que trató de ayudar a otros pastores que lo estaban pasando peor que él ya que la restauración de la monarquía trajo de nuevo la persecución religiosa contra los puritanos. Entre todos aquellos a los que buscó ayudar destaca Juan Bunyan el célebre autor de El Progreso del Peregrino. Owen sentía una gran admiración por el calderero de Bedford. Quizás si no hubiera sido por Owen, no tendríamos el gran libro de Bunyan ya que fue Owen el que instó a Bunyan a llevar su libro a su propio editor. En 1676 murió su primera mujer con la que había estado muy unido. Se volvió a casar a los dieciocho meses con Michel, una viuda. Es en esta última época en la que escribió sus obras sobre La Justificación, en la que menciona el curioso detalle de que, aparentemente, el emperador Carlos V murió confiado en la sola Justicia de Dios en Cristo. La Mente Espiritual, donde explica Romanos 8.6 y sus Meditaciones y Reflexiones sobre la Gloria de Cristo, basadas en Juan 17.24. Owen muere el 24 de agosto de 1683. El día anterior, sufriendo muchos dolores de varios tipos, había dictado su última carta a su amigo Charles Fleetwood: “Voy a Aquel al que mi alma ha amado o, más bien, a Aquel que me ha amado con un amor eterno, lo cual es toda la base de mi consuelo … dejo este barco de la iglesia en medio de una tormenta, pero mientras el gran Piloto del mismo permanezca en el mismo, la pérdida de un pobre remero es insignificante … la promesa permanece invincible, nunca la abandonará o la dejará …”. En la mañana del día en el que murió recibió la visita del pastor William Payne para decirle que su libro sobre la Gloria de Cristo estaba ya en la imprenta. “Me alegro”, contestó Owen “ pero, oh hermano Payne, el día tan deseado ha llegado al fin, en el que veré la gloria de otra manera distinta a la que la he visto hasta ahora, o podía verla en este mundo”. Owen fue enterrado en Bunhill Fields en el norte de Londres junto a otros muchos puritanos.
Sin duda alguna creo que John Owen ha de ser considerado como el teólogo de los puritanos. En Owen se combinan una enorme erudición, un gran discernimiento espiritual y una gran aplicación práctica y pastoral de las Escrituras. Son pocos los autores cristianos que destacan en cada una de estas áreas o que las combinan con tanta excelencia como lo hizo John Owen. Son muchos los campos que cubrió, pero creo que su reflexión sobre la espiritualidad es uno de los grandes legados que podemos encontrar en los escritos del gran autor puritano.
José Moreno Berrocal (Pastor, Alcazar de San Juan)
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Una verdadera bendición de Dios saber que contamos con el perdón siempre de nuestro padre .