En el año 1855, C.H. Spurgeon, el conocido pastor de lo que más tarde fue llamado el «Tabernáculo Metropolitano» en Londres, Inglaterra, publicó de nuevo la confesión de fe que ahora se presenta otra vez a las iglesias bautistas del mundo hispano en esta nueva traducción y revisión que refleja de manera más precisa el original. En aquella ocasión, Spurgeon dijo: «Este documento antiguo es un excelente resumen de aquellas cosas creídas entre nosotros. Aceptamos el mismo no como una regla autoritativa, o como un código de fe, sino como una ayuda en la controversia, una confirmación en la fe y un medio de edificación en la justicia. En él, los miembros de esta iglesia tendrán un pequeño resumen doctrinal y por medio de las pruebas bíblicas allí contenidas estarán preparados para dar razón de la fe que hay en ellos.»
Toda doctrina bíblica es clave para el bien de la iglesia. Sin embargo, existen entre ellas varias que son muy fundamentales para la edificación de una iglesia sólida.
La fidelidad bíblica y el rigor teológico de esta Confesión son muy de tener en cuenta en tiempos en que, como los nuestros, escoran hacia el relativismo y el pragmatismo.
Jesús era Dios encarnado. El Espíritu Santo es invisible. Como alguien dijo: «El Espíritu Santo no deja huellas en la arena». Es misterioso, y poderoso.
José Grau responde magistralmente a la luz de las aportaciones de importantes maestros del pensamiento evangélico, a los que el autor manifiesta su deuda de gratitud.